Barcelona 92: 22 medallas y 14 días en los que no pudimos ser más felices

Durante poco más de 14 días, España vivió en un estado de felicidad constante. Todo el mundo nos miraba, cinco aros posados sobre Barcelona obligaban a estar a la altura. La ceremonia lo bordó, pero llegaba el momento de dar el callo y aparcar para siempre ese eterno complejo de inferioridad contra el que, hasta entonces, apenas se habían rebelado un tal Severiano, Paquito, Manolo, Blanca o Miguel.
Las apuestas viajaban por un rango cómodo, entre 10 y 30 medallas, pero el realismo no alcanzaba la veintena, aunque con el plan ADO ya en marcha los deportistas españoles llegaban a su cita olímpica en mejores condiciones que nunca.
27 de julio de 1992 y José Manuel Moreno suda a goterones. 3.000 kilómetros viajan en sus piernas, un entrenamiento brutal que debe cristalizar en apenas 60 segundos, lo que tardará en completar la prueba de 1 kilómetro contrarreloj de los Juegos. Es favorito, el favorito, y no le tiembla el pulso. El oro, a casi 57 kilómetros, se instala en su cuello y el velódromo explota. Ha llegado la primera medalla. Ya sin camisa, el orgulloso padre del ‘Ratón’ le sube a hombros para dar una vuelta de honor inolvidable.
La fiesta continúa un día después, en la piscina de Picornell, donde Martín López Zubero, ‘yanquee’ de nacimiento pero siempre dispuesto a defender su vena española, suma el oro previsto en la final de los 200 espalda, el primero en la historia de nuestra natación. La cosa marcha, van dos.
El 31 de julio las medallas llegan a pares, y son doradas ambas. La marcha ríe y llora: Daniel Plaza atraviesa el túnel del estadio de Montjuïc y 61.000 gargantas truenan para recibir al campeón olímpico de los 20 kilómetros marcha. Unos metros más atrás, su amigo Valentín Massana avanza segundo, hasta que un juez le traumatiza para la eternidad con una descalificación a escasos metros de la gloria. Valentín se desploma, mientras Daniel celebra con una bandera rojigualda en una mano y la senyera en la otra. Otros tiempos.
No hay un respiro, y el tatami de judo pide paso. Allí, Miriam Blasco lucha por el oro en la final de -56 kilos ante Nicola Fairbrother. Un yuko decide el combate: gana Miriam, que llora desconsolada y se acuerda de su entrenador, Sergio Cardell, fallecido solo tres semanas antes. La hazaña es compartida, en todos los sentidos. Pasará el tiempo, y Miriam Blasco se casará con Nicola Fairbrother. La realidad siempre supera la ficción y el amor, pues nunca sabes qué camino tomará.
Y el primero de agosto, de nuevo el judo femenino. A sus 23 años, Almudena Muñoz también busca el oro, esta vez en -52 kilos ante la japonesa Mizoguchi. En cada combate, Almudena nunca fue favorita, y en este tampoco. Tras cada pelea, Muñoz era la triunfadora, y en este también. Otro oro, cinco ya.
El caladero más fiable tampoco falla y España cosecha 5 medallas de vela entre el 2 y 3 de agosto. Luis Doreste y Domingo Manrique, en Flying Dutchman, y José María van der Ploeg, en Finn suben a lo alto del podio y, un día después, mucho más: oros para Theresa Zabell y Patricia Guerra, en 470 femenino, y Kiko Sánchez Luna y Jordi Calafat, en 470 masculino y plata de Natalia Vía-Dufresne, en la clase Europa.
Una de las medallas más inesperadas llega el 4 de agosto. Juan Carlos Holgado, Antonio Vázquez y Alfonso Menéndez se cuelgan el oro en tiro con arco tras derrotar al durísimo equipo finlandés. El 5, Arantxa Sánchez se conformará con el bronce, pues Capriati la apea de la final, pero aún no ha dicho su última palabra.
El deporte rey olímpico reclama también atención. El atletismo español se prepara para sus mejores días: Antonio Peñalver conquista la plata en la prueba de decatlón el 6 de agosto y el 7 Javier García Chico vuela con su pértiga hasta los 5,75 metros para llegar al bronce. El rey de la pértiga, Bubka, acaba de fracasar y no le queda otra que aplaudir a Javier. Ese mismo 7 de julio tiene lugar otra de las grandes proezas de Barcelona 92: la selección española femenina de hockey hierba, que cuatro años antes había decidido ir a por todas a costa de un entrenamiento inhumano, supera en la final a Alemania. Son las campeonas.
Un día para guardar y no olvidar
Y llega el 8 de agosto, el mejor día en la historia de nuestro deporte. Arantxa y Conchita logran la plata en el dobles, mismo metal que su compañero de raqueta Jordi Arrese y que la gimnasta Carolina Pascual. Queda la apoteosis: un Camp Nou sembrado de banderas españolas y catalanas contiene la respiración durante la final del fútbol olímpico entre España y Polonia hasta que un genio de Cádiz caza un rechace en el área y… Se llamaba Quico, ahora ya con doble K.
Todavía quedaba una medalla para cerrar el día. En el tartán de atletismo, un soriano que atiende al nombre de Fermín Cacho toma la mejor decisión de su vida y se cuela por un pasillo que le abre el keniata Chesire por el interior de la pista. Y se pone primero y vuela hacia la recta definitiva de la final de los 1.500 metros, nada más y nada menos. Seis veces mira hacia atrás en el último 100. Cuando cruza la meta, España entera estalla. Qué noche la de aquel día.
La resaca del 9 de agosto es de plata, la del equipo español de waterpolo tras caer ante Italia en un partido ya legendario y la inesperada en el ring de Faustino Reyes.
Acaban los Juegos. Han sido 22 medallas, 13 de oro, 7 de plata y 2 bronces. Mejor, imposible. España ya es mayor de edad y se acostumbra ya a mirar de tú a tú al resto de países. Y la historia no ha hecho más que comenzar.

Barcelona 92: 22 medallas y 14 días en los que no pudimos ser más felices

Durante poco más de 14 días, España vivió en un estado de felicidad constante. Todo el mundo nos miraba, cinco aros posados sobre Barcelona obligaban a estar a la altura. La ceremonia lo bordó, pero llegaba el momento de dar el callo y aparcar para siempre ese eterno complejo de inferioridad contra el que, hasta entonces, apenas se habían rebelado un tal Severiano, Paquito, Manolo, Blanca o Miguel. Las apuestas viajaban por un rango cómodo, entre 10 y 30 medallas, pero el realismo no alcanzaba la veintena, aunque con el plan ADO ya en marcha los deportistas españoles llegaban a su cita olímpica en mejores condiciones que nunca. 27 de julio de 1992 y José Manuel Moreno suda a goterones. 3.000 kilómetros viajan en sus piernas, un entrenamiento brutal que debe cristalizar en apenas 60 segundos, lo que tardará en completar la prueba de 1 kilómetro contrarreloj de los Juegos. Es favorito, el favorito, y no le tiembla el pulso. El oro, a casi 57 kilómetros, se instala en su cuello y el velódromo explota. Ha llegado la primera medalla. Ya sin camisa, el orgulloso padre del 'Ratón' le sube a hombros para dar una vuelta de honor inolvidable. La fiesta continúa un día después, en la piscina de Picornell, donde Martín López Zubero, 'yanquee' de nacimiento pero siempre dispuesto a defender su vena española, suma el oro previsto en la final de los 200 espalda, el primero en la historia de nuestra natación. La cosa marcha, van dos. El 31 de julio las medallas llegan a pares, y son doradas ambas. La marcha ríe y llora: Daniel Plaza atraviesa el túnel del estadio de Montjuïc y 61.000 gargantas truenan para recibir al campeón olímpico de los 20 kilómetros marcha. Unos metros más atrás, su amigo Valentín Massana avanza segundo, hasta que un juez le traumatiza para la eternidad con una descalificación a escasos metros de la gloria. Valentín se desploma, mientras Daniel celebra con una bandera rojigualda en una mano y la senyera en la otra. Otros tiempos. No hay un respiro, y el tatami de judo pide paso. Allí, Miriam Blasco lucha por el oro en la final de -56 kilos ante Nicola Fairbrother. Un yuko decide el combate: gana Miriam, que llora desconsolada y se acuerda de su entrenador, Sergio Cardell, fallecido solo tres semanas antes. La hazaña es compartida, en todos los sentidos. Pasará el tiempo, y Miriam Blasco se casará con Nicola Fairbrother. La realidad siempre supera la ficción y el amor, pues nunca sabes qué camino tomará. Y el primero de agosto, de nuevo el judo femenino. A sus 23 años, Almudena Muñoz también busca el oro, esta vez en -52 kilos ante la japonesa Mizoguchi. En cada combate, Almudena nunca fue favorita, y en este tampoco. Tras cada pelea, Muñoz era la triunfadora, y en este también. Otro oro, cinco ya. El caladero más fiable tampoco falla y España cosecha 5 medallas de vela entre el 2 y 3 de agosto. Luis Doreste y Domingo Manrique, en Flying Dutchman, y José María van der Ploeg, en Finn suben a lo alto del podio y, un día después, mucho más: oros para Theresa Zabell y Patricia Guerra, en 470 femenino, y Kiko Sánchez Luna y Jordi Calafat, en 470 masculino y plata de Natalia Vía-Dufresne, en la clase Europa. Una de las medallas más inesperadas llega el 4 de agosto. Juan Carlos Holgado, Antonio Vázquez y Alfonso Menéndez se cuelgan el oro en tiro con arco tras derrotar al durísimo equipo finlandés. El 5, Arantxa Sánchez se conformará con el bronce, pues Capriati la apea de la final, pero aún no ha dicho su última palabra. El deporte rey olímpico reclama también atención. El atletismo español se prepara para sus mejores días: Antonio Peñalver conquista la plata en la prueba de decatlón el 6 de agosto y el 7 Javier García Chico vuela con su pértiga hasta los 5,75 metros para llegar al bronce. El rey de la pértiga, Bubka, acaba de fracasar y no le queda otra que aplaudir a Javier. Ese mismo 7 de julio tiene lugar otra de las grandes proezas de Barcelona 92: la selección española femenina de hockey hierba, que cuatro años antes había decidido ir a por todas a costa de un entrenamiento inhumano, supera en la final a Alemania. Son las campeonas. Un día para guardar y no olvidar Y llega el 8 de agosto, el mejor día en la historia de nuestro deporte. Arantxa y Conchita logran la plata en el dobles, mismo metal que su compañero de raqueta Jordi Arrese y que la gimnasta Carolina Pascual. Queda la apoteosis: un Camp Nou sembrado de banderas españolas y catalanas contiene la respiración durante la final del fútbol olímpico entre España y Polonia hasta que un genio de Cádiz caza un rechace en el área y... Se llamaba Quico, ahora ya con doble K. Todavía quedaba una medalla para cerrar el día. En el tartán de atletismo, un soriano que atiende al nombre de Fermín Cacho toma la mejor decisión de su vida y se cuela por un pasillo que le abre el keniata Chesire por el interior de la pista. Y se pone primero y vuela hacia la recta definitiva de la final de los 1.500 metros, nada más y nada menos. Seis veces mira hacia atrás en el último 100. Cuando cruza la meta, España entera estalla. Qué noche la de aquel día. La resaca del 9 de agosto es de plata, la del equipo español de waterpolo tras caer ante Italia en un partido ya legendario y la inesperada en el ring de Faustino Reyes. Acaban los Juegos. Han sido 22 medallas, 13 de oro, 7 de plata y 2 bronces. Mejor, imposible. España ya es mayor de edad y se acostumbra ya a mirar de tú a tú al resto de países. Y la historia no ha hecho más que comenzar.

Durante poco más de 14 días, España vivió en un estado de felicidad constante. Todo el mundo nos miraba, cinco aros posados sobre Barcelona obligaban a estar a la altura. La ceremonia lo bordó, pero llegaba el momento de dar el callo y aparcar para siempre ese eterno complejo de inferioridad contra el que, hasta entonces, apenas se habían rebelado un tal Severiano, Paquito, Manolo, Blanca o Miguel.

Las apuestas viajaban por un rango cómodo, entre 10 y 30 medallas, pero el realismo no alcanzaba la veintena, aunque con el plan ADO ya en marcha los deportistas españoles llegaban a su cita olímpica en mejores condiciones que nunca.

27 de julio de 1992 y José Manuel Moreno suda a goterones. 3.000 kilómetros viajan en sus piernas, un entrenamiento brutal que debe cristalizar en apenas 60 segundos, lo que tardará en completar la prueba de 1 kilómetro contrarreloj de los Juegos. Es favorito, el favorito, y no le tiembla el pulso. El oro, a casi 57 kilómetros, se instala en su cuello y el velódromo explota. Ha llegado la primera medalla. Ya sin camisa, el orgulloso padre del ‘Ratón’ le sube a hombros para dar una vuelta de honor inolvidable.

La fiesta continúa un día después, en la piscina de Picornell, donde Martín López Zubero, ‘yanquee’ de nacimiento pero siempre dispuesto a defender su vena española, suma el oro previsto en la final de los 200 espalda, el primero en la historia de nuestra natación. La cosa marcha, van dos.

El 31 de julio las medallas llegan a pares, y son doradas ambas. La marcha ríe y llora: Daniel Plaza atraviesa el túnel del estadio de Montjuïc y 61.000 gargantas truenan para recibir al campeón olímpico de los 20 kilómetros marcha. Unos metros más atrás, su amigo Valentín Massana avanza segundo, hasta que un juez le traumatiza para la eternidad con una descalificación a escasos metros de la gloria. Valentín se desploma, mientras Daniel celebra con una bandera rojigualda en una mano y la senyera en la otra. Otros tiempos.

No hay un respiro, y el tatami de judo pide paso. Allí, Miriam Blasco lucha por el oro en la final de -56 kilos ante Nicola Fairbrother. Un yuko decide el combate: gana Miriam, que llora desconsolada y se acuerda de su entrenador, Sergio Cardell, fallecido solo tres semanas antes. La hazaña es compartida, en todos los sentidos. Pasará el tiempo, y Miriam Blasco se casará con Nicola Fairbrother. La realidad siempre supera la ficción y el amor, pues nunca sabes qué camino tomará.

Y el primero de agosto, de nuevo el judo femenino. A sus 23 años, Almudena Muñoz también busca el oro, esta vez en -52 kilos ante la japonesa Mizoguchi. En cada combate, Almudena nunca fue favorita, y en este tampoco. Tras cada pelea, Muñoz era la triunfadora, y en este también. Otro oro, cinco ya.

El caladero más fiable tampoco falla y España cosecha 5 medallas de vela entre el 2 y 3 de agosto. Luis Doreste y Domingo Manrique, en Flying Dutchman, y José María van der Ploeg, en Finn suben a lo alto del podio y, un día después, mucho más: oros para Theresa Zabell y Patricia Guerra, en 470 femenino, y Kiko Sánchez Luna y Jordi Calafat, en 470 masculino y plata de Natalia Vía-Dufresne, en la clase Europa.

Una de las medallas más inesperadas llega el 4 de agosto. Juan Carlos Holgado, Antonio Vázquez y Alfonso Menéndez se cuelgan el oro en tiro con arco tras derrotar al durísimo equipo finlandés. El 5, Arantxa Sánchez se conformará con el bronce, pues Capriati la apea de la final, pero aún no ha dicho su última palabra.

El deporte rey olímpico reclama también atención. El atletismo español se prepara para sus mejores días: Antonio Peñalver conquista la plata en la prueba de decatlón el 6 de agosto y el 7 Javier García Chico vuela con su pértiga hasta los 5,75 metros para llegar al bronce. El rey de la pértiga, Bubka, acaba de fracasar y no le queda otra que aplaudir a Javier. Ese mismo 7 de julio tiene lugar otra de las grandes proezas de Barcelona 92: la selección española femenina de hockey hierba, que cuatro años antes había decidido ir a por todas a costa de un entrenamiento inhumano, supera en la final a Alemania. Son las campeonas.

Un día para guardar y no olvidar

Y llega el 8 de agosto, el mejor día en la historia de nuestro deporte. Arantxa y Conchita logran la plata en el dobles, mismo metal que su compañero de raqueta Jordi Arrese y que la gimnasta Carolina Pascual. Queda la apoteosis: un Camp Nou sembrado de banderas españolas y catalanas contiene la respiración durante la final del fútbol olímpico entre España y Polonia hasta que un genio de Cádiz caza un rechace en el área y… Se llamaba Quico, ahora ya con doble K.

Todavía quedaba una medalla para cerrar el día. En el tartán de atletismo, un soriano que atiende al nombre de Fermín Cacho toma la mejor decisión de su vida y se cuela por un pasillo que le abre el keniata Chesire por el interior de la pista. Y se pone primero y vuela hacia la recta definitiva de la final de los 1.500 metros, nada más y nada menos. Seis veces mira hacia atrás en el último 100. Cuando cruza la meta, España entera estalla. Qué noche la de aquel día.

La resaca del 9 de agosto es de plata, la del equipo español de waterpolo tras caer ante Italia en un partido ya legendario y la inesperada en el ring de Faustino Reyes.

Acaban los Juegos. Han sido 22 medallas, 13 de oro, 7 de plata y 2 bronces. Mejor, imposible. España ya es mayor de edad y se acostumbra ya a mirar de tú a tú al resto de países. Y la historia no ha hecho más que comenzar.