Caos, robos y miedo tras la final: los Juegos del Hambre en Saint-Denis

Estadio de Saint-Denis, 1.00 horas de la mañana del sábado al domingo. Esta no es más que una historia de tantas que sucedieron en los alrededores del estadio en el que se jugó la final de la Champions. Acabados los distintos quehaceres laborales que me hicieron salir algo más tarde que el grueso de los aficionados, me disponía a volver al hotel. Tengo que reconocer que me costó asimilar lo que vi a continuación. Pese a los tumultos a la entrada del estadio, haber visto antes del partido varios grupos de merodeadores (llamémosles así) con intenciones aparentemente poco nobles y el retraso del inicio del partido por el caos en el acceso, lo cierto es que lo siguiente que vi jamás me lo podía ni imaginar en un evento de tal magnitud.
En el corto camino al metro, y tras observar cómo el Samur francés atendía a una persona en el suelo (algún borrachín, pensé), llegué al pequeño túnel previo al suburbano. Ni un solo agente protegía la zona. Allí, había un hombre en el suelo, bocabajo, con la camiseta del Real Madrid con alguien de pie a su lado tratando de hacerle algo. Rápidamente llegó otro madridista y apartó al sujeto, un tipo de no menos de 1,85 y 90 kilos. «Que te apartes, que te apartes», gritó en repetidas ocasiones el valiente y oportuno salvador. Se levantó entonces el agredido y llamó a voces a la Policía, con varios agentes cerca. «Me han pegado, me han pegado». No solo nadie acudió (sí había varios agentes algo más alejados que tuvieron que escuchar los gritos), sino que lo más llamativo es que el presunto agresor ni se molestó en huir. Eso me dejó en shock, había total impunidad. Me quedé cerca, pero sin intervenir (sí, un hombre de 90 kilos, apariencia siniestra y que no huye ni a la llamada de la Policía, intimida). Ahí acabó la cosa, ante la pasividad de los agentes locales, que ni se acercaron. El hombre acabó agredido pero salvó sus pertenencias gracias al otro aficionado.
En los pocos metros que quedaban al metro, nada de madridistas de fiesta o ingleses cabizbajos. Apenas alguno. Solo merodeadores. Grupos enormes, numerosos. Gente a la que intuyes malas intenciones, que te miran como examinando si puedes ser una buena víctima. Y ya en el metro, caos, atasco, mucha gente, el entorno perfecto para robos. Allí sí había hinchas de ambas aficiones. Nada más entrar, una pelea, un joven magrebí tratando de robar a una familia. Parece que lo consiguió, pero un hombre le hizo frente y le detuvo. La Policía parecía indiferente, aunque creo que finalmente sí fue detenido. No sé cómo acabó la historia finalmente.

Tras una pelea por robo en el metro, apareció un Policía. No hizo nada. Separar y a otra cosa. La indignación del hombre (55-60) y de su familia era increíble. Algo les habían robado y se quedaron sin ello. pic.twitter.com/KMzqQXekb7— Raúl Rioja (@raulriojazubi) May 29, 2022
Son solo varios ejemplos de los numerosos, muy numerosos, que hubo en la noche de Saint-Denis. Repasen por ejemplo la historia de José Francisco y Arancha y su hija Jimena, César y Alfredo. Mucho peor de lo que yo viví, que era ya el tramo final de la pesadilla vivida por los aficionados españoles y también ingleses.
«Saint-Denis no es París, créame, a usted no le gustaría estar en Saint Denis», dijo antes del partido el exfutbolista Thierry Henry. Se refería a la pobreza y delincuencia de la zona y, por sus orígenes, una voz más que autorizada -y que nadie se atreverá a acusar de racista, dicho sea de paso-.

Thierry Henry : «Le Stade de France est à Saint-Denis. Ce n’est pas Paris. Oui, évidemment c’est juste à côté de Paris, mais croyez-moi, vous ne voulez pas être à Saint-Denis. Ce n’est pas la même chose que Paris» pic.twitter.com/2kYHuL4hsD— Fdesouche.com est une revue de presse (@F_Desouche) May 5, 2022
Acostumbrado a acudir a numerosos partidos de alto riesgo, no deja de sorprender la inferioridad numérica de la policía parisina tras el partido, la indiferencia ante muchas de las cosas que se vivieron, la impunidad de infinidad de robos y agresiones. Sí, el barrio de Saint-Denis no parece el más adecuado para un evento así, pero es el despliegue policial el que debe impedir una situación así. Es impensable que en España suceda algo así. Y en dos años, París acoge unos Juegos Olímpicos, con Saint-Denis como sede estrella (acoge la inauguración, la clausura y el atletismo, entre otras cosas). Da miedo pensar en lo que puede ser aquello: los Juego del Hambre.

Caos, robos y miedo tras la final: los Juegos del Hambre en Saint-Denis

Estadio de Saint-Denis, 1.00 horas de la mañana del sábado al domingo. Esta no es más que una historia de tantas que sucedieron en los alrededores del estadio en el que se jugó la final de la Champions. Acabados los distintos quehaceres laborales que me hicieron salir algo más tarde que el grueso de los aficionados, me disponía a volver al hotel. Tengo que reconocer que me costó asimilar lo que vi a continuación. Pese a los tumultos a la entrada del estadio, haber visto antes del partido varios grupos de merodeadores (llamémosles así) con intenciones aparentemente poco nobles y el retraso del inicio del partido por el caos en el acceso, lo cierto es que lo siguiente que vi jamás me lo podía ni imaginar en un evento de tal magnitud. En el corto camino al metro, y tras observar cómo el Samur francés atendía a una persona en el suelo (algún borrachín, pensé), llegué al pequeño túnel previo al suburbano. Ni un solo agente protegía la zona. Allí, había un hombre en el suelo, bocabajo, con la camiseta del Real Madrid con alguien de pie a su lado tratando de hacerle algo. Rápidamente llegó otro madridista y apartó al sujeto, un tipo de no menos de 1,85 y 90 kilos. "Que te apartes, que te apartes", gritó en repetidas ocasiones el valiente y oportuno salvador. Se levantó entonces el agredido y llamó a voces a la Policía, con varios agentes cerca. "Me han pegado, me han pegado". No solo nadie acudió (sí había varios agentes algo más alejados que tuvieron que escuchar los gritos), sino que lo más llamativo es que el presunto agresor ni se molestó en huir. Eso me dejó en shock, había total impunidad. Me quedé cerca, pero sin intervenir (sí, un hombre de 90 kilos, apariencia siniestra y que no huye ni a la llamada de la Policía, intimida). Ahí acabó la cosa, ante la pasividad de los agentes locales, que ni se acercaron. El hombre acabó agredido pero salvó sus pertenencias gracias al otro aficionado. En los pocos metros que quedaban al metro, nada de madridistas de fiesta o ingleses cabizbajos. Apenas alguno. Solo merodeadores. Grupos enormes, numerosos. Gente a la que intuyes malas intenciones, que te miran como examinando si puedes ser una buena víctima. Y ya en el metro, caos, atasco, mucha gente, el entorno perfecto para robos. Allí sí había hinchas de ambas aficiones. Nada más entrar, una pelea, un joven magrebí tratando de robar a una familia. Parece que lo consiguió, pero un hombre le hizo frente y le detuvo. La Policía parecía indiferente, aunque creo que finalmente sí fue detenido. No sé cómo acabó la historia finalmente. Tras una pelea por robo en el metro, apareció un Policía. No hizo nada. Separar y a otra cosa. La indignación del hombre (55-60) y de su familia era increíble. Algo les habían robado y se quedaron sin ello. pic.twitter.com/KMzqQXekb7— Raúl Rioja (@raulriojazubi) May 29, 2022 Son solo varios ejemplos de los numerosos, muy numerosos, que hubo en la noche de Saint-Denis. Repasen por ejemplo la historia de José Francisco y Arancha y su hija Jimena, César y Alfredo. Mucho peor de lo que yo viví, que era ya el tramo final de la pesadilla vivida por los aficionados españoles y también ingleses. "Saint-Denis no es París, créame, a usted no le gustaría estar en Saint Denis", dijo antes del partido el exfutbolista Thierry Henry. Se refería a la pobreza y delincuencia de la zona y, por sus orígenes, una voz más que autorizada -y que nadie se atreverá a acusar de racista, dicho sea de paso-. Thierry Henry : "Le Stade de France est à Saint-Denis. Ce n'est pas Paris. Oui, évidemment c'est juste à côté de Paris, mais croyez-moi, vous ne voulez pas être à Saint-Denis. Ce n'est pas la même chose que Paris" pic.twitter.com/2kYHuL4hsD— Fdesouche.com est une revue de presse (@F_Desouche) May 5, 2022 Acostumbrado a acudir a numerosos partidos de alto riesgo, no deja de sorprender la inferioridad numérica de la policía parisina tras el partido, la indiferencia ante muchas de las cosas que se vivieron, la impunidad de infinidad de robos y agresiones. Sí, el barrio de Saint-Denis no parece el más adecuado para un evento así, pero es el despliegue policial el que debe impedir una situación así. Es impensable que en España suceda algo así. Y en dos años, París acoge unos Juegos Olímpicos, con Saint-Denis como sede estrella (acoge la inauguración, la clausura y el atletismo, entre otras cosas). Da miedo pensar en lo que puede ser aquello: los Juego del Hambre.

Estadio de Saint-Denis, 1.00 horas de la mañana del sábado al domingo. Esta no es más que una historia de tantas que sucedieron en los alrededores del estadio en el que se jugó la final de la Champions. Acabados los distintos quehaceres laborales que me hicieron salir algo más tarde que el grueso de los aficionados, me disponía a volver al hotel. Tengo que reconocer que me costó asimilar lo que vi a continuación. Pese a los tumultos a la entrada del estadio, haber visto antes del partido varios grupos de merodeadores (llamémosles así) con intenciones aparentemente poco nobles y el retraso del inicio del partido por el caos en el acceso, lo cierto es que lo siguiente que vi jamás me lo podía ni imaginar en un evento de tal magnitud.

En el corto camino al metro, y tras observar cómo el Samur francés atendía a una persona en el suelo (algún borrachín, pensé), llegué al pequeño túnel previo al suburbano. Ni un solo agente protegía la zona. Allí, había un hombre en el suelo, bocabajo, con la camiseta del Real Madrid con alguien de pie a su lado tratando de hacerle algo. Rápidamente llegó otro madridista y apartó al sujeto, un tipo de no menos de 1,85 y 90 kilos. «Que te apartes, que te apartes», gritó en repetidas ocasiones el valiente y oportuno salvador. Se levantó entonces el agredido y llamó a voces a la Policía, con varios agentes cerca. «Me han pegado, me han pegado». No solo nadie acudió (sí había varios agentes algo más alejados que tuvieron que escuchar los gritos), sino que lo más llamativo es que el presunto agresor ni se molestó en huir. Eso me dejó en shock, había total impunidad. Me quedé cerca, pero sin intervenir (sí, un hombre de 90 kilos, apariencia siniestra y que no huye ni a la llamada de la Policía, intimida). Ahí acabó la cosa, ante la pasividad de los agentes locales, que ni se acercaron. El hombre acabó agredido pero salvó sus pertenencias gracias al otro aficionado.

En los pocos metros que quedaban al metro, nada de madridistas de fiesta o ingleses cabizbajos. Apenas alguno. Solo merodeadores. Grupos enormes, numerosos. Gente a la que intuyes malas intenciones, que te miran como examinando si puedes ser una buena víctima. Y ya en el metro, caos, atasco, mucha gente, el entorno perfecto para robos. Allí sí había hinchas de ambas aficiones. Nada más entrar, una pelea, un joven magrebí tratando de robar a una familia. Parece que lo consiguió, pero un hombre le hizo frente y le detuvo. La Policía parecía indiferente, aunque creo que finalmente sí fue detenido. No sé cómo acabó la historia finalmente.

Tras una pelea por robo en el metro, apareció un Policía. No hizo nada. Separar y a otra cosa. La indignación del hombre (55-60) y de su familia era increíble. Algo les habían robado y se quedaron sin ello. pic.twitter.com/KMzqQXekb7

— Raúl Rioja (@raulriojazubi) May 29, 2022

Son solo varios ejemplos de los numerosos, muy numerosos, que hubo en la noche de Saint-Denis. Repasen por ejemplo la historia de José Francisco y Arancha y su hija Jimena, César y Alfredo. Mucho peor de lo que yo viví, que era ya el tramo final de la pesadilla vivida por los aficionados españoles y también ingleses.

«Saint-Denis no es París, créame, a usted no le gustaría estar en Saint Denis», dijo antes del partido el exfutbolista Thierry Henry. Se refería a la pobreza y delincuencia de la zona y, por sus orígenes, una voz más que autorizada -y que nadie se atreverá a acusar de racista, dicho sea de paso-.

Thierry Henry : «Le Stade de France est à Saint-Denis. Ce n’est pas Paris. Oui, évidemment c’est juste à côté de Paris, mais croyez-moi, vous ne voulez pas être à Saint-Denis. Ce n’est pas la même chose que Paris» pic.twitter.com/2kYHuL4hsD

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Acostumbrado a acudir a numerosos partidos de alto riesgo, no deja de sorprender la inferioridad numérica de la policía parisina tras el partido, la indiferencia ante muchas de las cosas que se vivieron, la impunidad de infinidad de robos y agresiones. Sí, el barrio de Saint-Denis no parece el más adecuado para un evento así, pero es el despliegue policial el que debe impedir una situación así. Es impensable que en España suceda algo así. Y en dos años, París acoge unos Juegos Olímpicos, con Saint-Denis como sede estrella (acoge la inauguración, la clausura y el atletismo, entre otras cosas). Da miedo pensar en lo que puede ser aquello: los Juego del Hambre.