Carletto, primera en España y quinta con Alemania
La imagen de la celebración de la trigésimo quinta Liga del Real Madrid podría ser la de Marcelo, el hoy jugador más laureado de la historia del club, recibiendo junto a Benzema el trofeo que acredita al campeón de la mano de Rubi, el amigo de Geri.
Sin embargo, más icónica es la de los jugadores levantando en volandas hasta cuatro veces, tantas como goles le cayeron al Espanyol, a Carlo Ancelotti al cielo del Santiago Bernabéu. Seguramente, a nivel individual, Benzema y Courtois merecerían más la foto de esta Liga porque han estado majestuosos a todos los niveles. Sin embargo, Carletto acaba de entrar en la leyenda del fútbol, consiguiendo ser el primer entrenador que ha logrado conquistar el torneo de la regularidad en las cinco grandes Ligas europeas (Alemania, Inglaterra, Francia, Italia y España), pero sobre todo lo hace tapando bocas.
El pasado mes de agosto se cuestionaba el regreso del entrenador italiano al banquillo blanco. Se decía que no era la terapia de choque que necesitaba el Real Madrid para recuperar su lugar en el fútbol español y europeo. Se dudaba de su mano de seda o de la capacidad de su hijo para ser el compañero para una temporada tan exigente. Ancelotti tapó esas bocas.
En verano también se hablaba de sus tragaderas por no aceptar la llegada de un nuevo delantero. Ancelotti dijo entonces que creía mucho en los que estaban. Pronosticó que Benzema rondaría los 50 goles en la temporada y que Vinicius contribuiría decisivamente con su progresión y sus goles. Aquellas palabras sonaban poco realistas. Ancelotti también tapó esas bocas.
En diciembre, cuando ya había llenado el granero de puntos, muchos le echábamos en cara su inmovilismo y la carga de minutos de muchos jugadores que superaban los 30 años, especialmente su archiconocido centro del campo, con Casemiro, Kroos y Modric, que han dado un nivel realmente espectacular. Nos tapó la boca a todos, demostrando que sabía lo que tenía entre manos.
Ningún título se explica si no es desde la conjunción de varias estrellas. Al Real Madrid, al revés que la temporada pasada, ha funcionado desde el prisma médico y físico como un reloj. Pocas recaídas en las lesiones y la sensación de que el equipo no se ha caído en ningún momento. Cuando Ancelotti llegó al Chelsea le acompañó un psicólogo. Hoy celebra el título con 24 colaboradores en su equipo técnico, que explican bien los cambios y la especialización que ha llegado al mundo del fútbol.
Ancelotti tiene otra gran virtud, que es no mover la ceja ni en los peores momentos. Con el 0-4 del Barça en El Clásico no perdió la flema ni la compostura. No faltaron las voces que pedían, desde dentro y desde fuera, el cambio del entrenador. Se levantó con grandeza, ganando en Vigo y rematando el campeonato cuando quedan cuatro jornadas por disputarse. Un auténtico paseo militar. El italiano también tapó esas bocas.
El Real Madrid merece celebrar a lo grande este título. Más allá de algunos lunares, como la ausencia de Gareth Bale hasta en los festejos; la poca aportación de Hazard, lastrado por su físico. Ancelotti no ha necesitado de los dos jugadores mejor pagados de la plantilla para sacar brillo a esta Liga, por mucho que sus rivales históricos se hayan mostrado incapaces de seguir su estela.
Con el City esperando en el horizonte cercano y en puertas de una final europea, la familia madridista está de enhorabuena.
Ancelotti se ha ganado el prestigio y el respeto que tantas veces se le ha faltado. No hay quien no se alegre por él. Tras el partido, demostró mucha felicidad y llegó a emocionarse, aduciendo que es una seña de identidad familiar heredada de su padre y de su abuelo. Además de un gran técnico, es un tipo sensible.
El que fuera entrenador del Everton volvió a la rueda de los grandes clubes por la puerta grande y tapando bocas. Su humildad y su discurso bien merecen una alegría así.
La imagen de la celebración de la trigésimo quinta Liga del Real Madrid podría ser la de Marcelo, el hoy jugador más laureado de la historia del club, recibiendo junto a Benzema el trofeo que acredita al campeón de la mano de Rubi, el amigo de Geri.
Sin embargo, más icónica es la de los jugadores levantando en volandas hasta cuatro veces, tantas como goles le cayeron al Espanyol, a Carlo Ancelotti al cielo del Santiago Bernabéu. Seguramente, a nivel individual, Benzema y Courtois merecerían más la foto de esta Liga porque han estado majestuosos a todos los niveles. Sin embargo, Carletto acaba de entrar en la leyenda del fútbol, consiguiendo ser el primer entrenador que ha logrado conquistar el torneo de la regularidad en las cinco grandes Ligas europeas (Alemania, Inglaterra, Francia, Italia y España), pero sobre todo lo hace tapando bocas.
El pasado mes de agosto se cuestionaba el regreso del entrenador italiano al banquillo blanco. Se decía que no era la terapia de choque que necesitaba el Real Madrid para recuperar su lugar en el fútbol español y europeo. Se dudaba de su mano de seda o de la capacidad de su hijo para ser el compañero para una temporada tan exigente. Ancelotti tapó esas bocas.
En verano también se hablaba de sus tragaderas por no aceptar la llegada de un nuevo delantero. Ancelotti dijo entonces que creía mucho en los que estaban. Pronosticó que Benzema rondaría los 50 goles en la temporada y que Vinicius contribuiría decisivamente con su progresión y sus goles. Aquellas palabras sonaban poco realistas. Ancelotti también tapó esas bocas.
En diciembre, cuando ya había llenado el granero de puntos, muchos le echábamos en cara su inmovilismo y la carga de minutos de muchos jugadores que superaban los 30 años, especialmente su archiconocido centro del campo, con Casemiro, Kroos y Modric, que han dado un nivel realmente espectacular. Nos tapó la boca a todos, demostrando que sabía lo que tenía entre manos.
Ningún título se explica si no es desde la conjunción de varias estrellas. Al Real Madrid, al revés que la temporada pasada, ha funcionado desde el prisma médico y físico como un reloj. Pocas recaídas en las lesiones y la sensación de que el equipo no se ha caído en ningún momento. Cuando Ancelotti llegó al Chelsea le acompañó un psicólogo. Hoy celebra el título con 24 colaboradores en su equipo técnico, que explican bien los cambios y la especialización que ha llegado al mundo del fútbol.
Ancelotti tiene otra gran virtud, que es no mover la ceja ni en los peores momentos. Con el 0-4 del Barça en El Clásico no perdió la flema ni la compostura. No faltaron las voces que pedían, desde dentro y desde fuera, el cambio del entrenador. Se levantó con grandeza, ganando en Vigo y rematando el campeonato cuando quedan cuatro jornadas por disputarse. Un auténtico paseo militar. El italiano también tapó esas bocas.
El Real Madrid merece celebrar a lo grande este título. Más allá de algunos lunares, como la ausencia de Gareth Bale hasta en los festejos; la poca aportación de Hazard, lastrado por su físico. Ancelotti no ha necesitado de los dos jugadores mejor pagados de la plantilla para sacar brillo a esta Liga, por mucho que sus rivales históricos se hayan mostrado incapaces de seguir su estela.
Con el City esperando en el horizonte cercano y en puertas de una final europea, la familia madridista está de enhorabuena.
Ancelotti se ha ganado el prestigio y el respeto que tantas veces se le ha faltado. No hay quien no se alegre por él. Tras el partido, demostró mucha felicidad y llegó a emocionarse, aduciendo que es una seña de identidad familiar heredada de su padre y de su abuelo. Además de un gran técnico, es un tipo sensible.
El que fuera entrenador del Everton volvió a la rueda de los grandes clubes por la puerta grande y tapando bocas. Su humildad y su discurso bien merecen una alegría así.