Digiriendo el mayúsculo palo de Mbappé

El mismo día que el Real Madrid juega la final de la Euroliga de baloncesto y está a una semana de disputar la final de la Champions League contra el Liverpool, la sensación de estupefacción y despecho se ha apoderado de la afición blanca por la decisión de Kylian Mbappé de permanecer en el PSG.
La grandeza del Real Madrid nunca puede estar en entredicho en este contexto deportivo, pero demuestra la vulnerabilidad de su gestión. Tras el fiasco de la Superliga y la ejemplar gestión económica durante la pandemia, Florentino necesitaba dar ese golpe en el mercado para recuperar algo del aura de conseguidor infinito.
Lo fió todo a un mano a mano con el PSG, que es mirarle a los ojos al estado de Qatar, en año de Mundial y creyó en la supuesta palabra dada del futbolista. Siempre será la palabra de uno contra la del otro. Craso error, porque es imposible competir con el dinero del petróleo y porque de ese choque de portaaviones el único que iba a salir seguro beneficiado es el bolsillo del futbolista y de todos los que forman su entorno. Perdió la pelea de gallos.
El Madrid midió mal sus fuerzas, ofreció hasta 200 millones el verano pasado, lo que ha servido al futbolista para pedirlo como prima de fichaje. No manejó bien el “momentum” y vio por el camino como Erling Haaland, el otro futbolista llamado a dominar el área los próximos diez años, se iba al Manchester City.
Del palo para el fútbol español ya hablaremos. Los clubes estado, con otras reglas y la aquiescencia de la UEFA, dejan tocado el modelo económico de la Liga.
Es cierto que los grandes iconos del fútbol están cambiando el modelo, al estilo NBA. Los sueños de niño han dado paso a los consejos de contables y abogados. Mbappé tenía incentivos de todo tipo, la presión política de su país y el reto de hacer de su actual equipo un grande de Europa.
Es compatible admirar la magnificencia del Real Madrid, aplaudir las buenas decisiones deportivas, la confianza en Ancelotti o Pablo Laso en un año difícil, siendo capaz de competir, ganar Ligas o de firmar noches sencillamente antológicas para pelear Copas de Europa y criticar abiertamente los errores de su gestión, como el de la Superliga, la insoportable permisividad con Bale o el pobre rendimiento de Hazard, sus dos jugadores mejor pagados. Ahora, resulta dolorosa la decisión del futbolista al que se fió el futuro Madrid, después de tres años de cortejo.
La grandeza del Madrid está fuera de toda duda. Ahora toca rehacer los planes de negocio y ver quién da contenido al futuro Bernabéu…

Digiriendo el mayúsculo palo de Mbappé

El mismo día que el Real Madrid juega la final de la Euroliga de baloncesto y está a una semana de disputar la final de la Champions League contra el Liverpool, la sensación de estupefacción y despecho se ha apoderado de la afición blanca por la decisión de Kylian Mbappé de permanecer en el PSG. La grandeza del Real Madrid nunca puede estar en entredicho en este contexto deportivo, pero demuestra la vulnerabilidad de su gestión. Tras el fiasco de la Superliga y la ejemplar gestión económica durante la pandemia, Florentino necesitaba dar ese golpe en el mercado para recuperar algo del aura de conseguidor infinito. Lo fió todo a un mano a mano con el PSG, que es mirarle a los ojos al estado de Qatar, en año de Mundial y creyó en la supuesta palabra dada del futbolista. Siempre será la palabra de uno contra la del otro. Craso error, porque es imposible competir con el dinero del petróleo y porque de ese choque de portaaviones el único que iba a salir seguro beneficiado es el bolsillo del futbolista y de todos los que forman su entorno. Perdió la pelea de gallos. El Madrid midió mal sus fuerzas, ofreció hasta 200 millones el verano pasado, lo que ha servido al futbolista para pedirlo como prima de fichaje. No manejó bien el “momentum” y vio por el camino como Erling Haaland, el otro futbolista llamado a dominar el área los próximos diez años, se iba al Manchester City. Del palo para el fútbol español ya hablaremos. Los clubes estado, con otras reglas y la aquiescencia de la UEFA, dejan tocado el modelo económico de la Liga. Es cierto que los grandes iconos del fútbol están cambiando el modelo, al estilo NBA. Los sueños de niño han dado paso a los consejos de contables y abogados. Mbappé tenía incentivos de todo tipo, la presión política de su país y el reto de hacer de su actual equipo un grande de Europa. Es compatible admirar la magnificencia del Real Madrid, aplaudir las buenas decisiones deportivas, la confianza en Ancelotti o Pablo Laso en un año difícil, siendo capaz de competir, ganar Ligas o de firmar noches sencillamente antológicas para pelear Copas de Europa y criticar abiertamente los errores de su gestión, como el de la Superliga, la insoportable permisividad con Bale o el pobre rendimiento de Hazard, sus dos jugadores mejor pagados. Ahora, resulta dolorosa la decisión del futbolista al que se fió el futuro Madrid, después de tres años de cortejo. La grandeza del Madrid está fuera de toda duda. Ahora toca rehacer los planes de negocio y ver quién da contenido al futuro Bernabéu…

El mismo día que el Real Madrid juega la final de la Euroliga de baloncesto y está a una semana de disputar la final de la Champions League contra el Liverpool, la sensación de estupefacción y despecho se ha apoderado de la afición blanca por la decisión de Kylian Mbappé de permanecer en el PSG.

La grandeza del Real Madrid nunca puede estar en entredicho en este contexto deportivo, pero demuestra la vulnerabilidad de su gestión. Tras el fiasco de la Superliga y la ejemplar gestión económica durante la pandemia, Florentino necesitaba dar ese golpe en el mercado para recuperar algo del aura de conseguidor infinito.

Lo fió todo a un mano a mano con el PSG, que es mirarle a los ojos al estado de Qatar, en año de Mundial y creyó en la supuesta palabra dada del futbolista. Siempre será la palabra de uno contra la del otro. Craso error, porque es imposible competir con el dinero del petróleo y porque de ese choque de portaaviones el único que iba a salir seguro beneficiado es el bolsillo del futbolista y de todos los que forman su entorno. Perdió la pelea de gallos.

El Madrid midió mal sus fuerzas, ofreció hasta 200 millones el verano pasado, lo que ha servido al futbolista para pedirlo como prima de fichaje. No manejó bien el “momentum” y vio por el camino como Erling Haaland, el otro futbolista llamado a dominar el área los próximos diez años, se iba al Manchester City.

Del palo para el fútbol español ya hablaremos. Los clubes estado, con otras reglas y la aquiescencia de la UEFA, dejan tocado el modelo económico de la Liga.

Es cierto que los grandes iconos del fútbol están cambiando el modelo, al estilo NBA. Los sueños de niño han dado paso a los consejos de contables y abogados. Mbappé tenía incentivos de todo tipo, la presión política de su país y el reto de hacer de su actual equipo un grande de Europa.

Es compatible admirar la magnificencia del Real Madrid, aplaudir las buenas decisiones deportivas, la confianza en Ancelotti o Pablo Laso en un año difícil, siendo capaz de competir, ganar Ligas o de firmar noches sencillamente antológicas para pelear Copas de Europa y criticar abiertamente los errores de su gestión, como el de la Superliga, la insoportable permisividad con Bale o el pobre rendimiento de Hazard, sus dos jugadores mejor pagados. Ahora, resulta dolorosa la decisión del futbolista al que se fió el futuro Madrid, después de tres años de cortejo.

La grandeza del Madrid está fuera de toda duda. Ahora toca rehacer los planes de negocio y ver quién da contenido al futuro Bernabéu…