El ‘angolazo’: el desastre del baloncesto español en Barcelona 92

La medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Angeles 82 fue un auténtico subidón para el baloncesto español, que cuatro años más tarde volvió a la dura realidad en Seúl 88 con una octava plaza que, quizás, tampoco fue justa. Lo que nadie vino venir fue el batacazo monumental de la selección del ‘angolazo’ de Barcelona 92.
El noveno puesto en los Juegos Olímpicos de casa, y sobre todo el dichoso y mencionado ‘angolazo’, fueron uno de los varapalos que más han marcado al baloncesto español. El equipo entrenador por Antonio Díaz Miguel y con nombres propios que, con el tiempo, quedaron en los libros de historia de nuestra canasta, no estuvo a la altura de las circunstancias.
Barcelona 92 significó la primera vez en la historia que España no tuvo que jugar el torneo Preolímpico al ser equipo anfitrión. Sin embargo, quién sabe si precisamente por eso, el camino de la selección fue un tropezón detrás de otro. Prácticamente una caída cada vez que se encontraba con una piedra.
Vale que Estados Unidos tenía el primer puesto del grupo asegurado y la medalla de oro tenía el nombre del Dream Team grabado desde que se supo la pléyade de estrellas que iba a presentar el país de las barras y estrellas en Barcelona. Vale que el segundo puesto del grupo también estaba adjudicado y Croacia no tenía rival más allá del combinado NBA por excelencia. Sin embargo, Alemania, Brasil y Angola debían ser equipos ganables para una España que aspiraba con garantías a un tercer puesto de grupo. Error.
Se empezó mal al perder el primer partido de la fase de grupos contra la Alemania del NBA Detlef Schrempf, que dejó clara la enorme diferencia que había entre un alero de la liga profesional norteamericana y otro europeo. Un palito del que España se desquitó, no sin sufrimiento, ganando a Brasil. Aunque la diferencia de un único punto no sirvió para que se despejase el pesimismo que se arrastraba desde la derrota anterior.
Tras el 1-1 llegó el partido ante Croacia y una derrota con las que se contaba desde antes de empezar. Petrovic, Kukoc, Radja, Vrankovic, Komazec, Tabak, Cvjeticanin, Perasovic… Simple y llanamente, no había manera humana de hacer frente a ese equipo. Era un partido perdido desde antes de empezar. Todo lo contrario que el duelo contra Angola. Ése estaba ganado antes del salto inicial y España entendió a las bravas lo de vender la piel del oso antes de cazarla.
El 31 de julio de 1992 es una fecha para el olvido en la historia del baloncesto español. La selección de Díaz Miguel no debía tener problemas para imponerse a su rival africano, pero en los primeros compases del partido ya se vio que aquello no sería el paseo que se esperaba. El equipo estaba desconocido. Un juego lento y un ataque muy espeso vaticinaban un drama que se empezó a fraguar cuando Angola se marchó un punto por delante al descanso.
Los africanos volvieron del vestuario con una defensa en zona muy sólida y España se atoró por completo… ante un rival que no debería ni siquiera plantar cara. Un rival que se fue 20 puntos arriba (nota para los más jóvenes: no es una errata). El marcador final de 63-83 dio paso a una pitada monumental que significó el fin de una era para el baloncesto español.
El ridículo del ‘angolazo’ marcaría durante muchos años a una selección española a la que le costó reponerse de aquel desastre. Prácticamente de un día para otro se pasó de la mayor de las esperanzas al todavía mayor de los fracasos, por mucho que lo fácil fuese tirar de la excusa de las importantes bajas de varios hombres de peso (y altura) en el equipo como Ferrán Martínez o Antonio Martín.
El Dream Team no tuvo ninguna piedad de España y alargó un poco más la agonía de un equipo que estaba muerto en vida. Jordan, Magic, Barkley, Pippen, Robinson, Malone, Bird y el resto de jugadores que se recitan de memoria al hablar del esquipo estadounidense de Barcelona 92 (el único Dream Team, había que decirlo). Mucha dinamita para una selección que de entrada no tenía nada que hacer y que además estaba sentenciada. El 81-122 del final era un dedo en la llaga, pero hasta el fondo.
Sobre el papel y antes del inicio del torneo olímpico, nadie esperaba que España terminase última de grupo, con una sola victoria en cinco partidos. De nada sirvió que el equipo estirase el chicle hasta quedar noveno en la lucha por los puestos del 9 al 12. El daño ya estaba hecho y los naipes comenzaron a caer.
Tras Barcelona 92, Epi y Biriukov se retiraron del equipo nacional y Antonio Díaz Miguel fue despedido como seleccionador después de 27 años en el puesto. A partir de ahí comenzó un cambio generacional y una travesía por el desierto que tardó muchos años en llegar a un oasis. Una travesía con el ‘angolazo’ en la mochila y el peso de las críticas durante un largo tiempo. Para algunos mucho, para otros poco y, supongo que afortunadamente, para los chavales de hoy en día algo que sólo conocen escuchan a los abuelos del basket o leen líneas como éstas.

El ‘angolazo’: el desastre del baloncesto español en Barcelona 92

La medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Angeles 82 fue un auténtico subidón para el baloncesto español, que cuatro años más tarde volvió a la dura realidad en Seúl 88 con una octava plaza que, quizás, tampoco fue justa. Lo que nadie vino venir fue el batacazo monumental de la selección del ‘angolazo’ de Barcelona 92. El noveno puesto en los Juegos Olímpicos de casa, y sobre todo el dichoso y mencionado ‘angolazo’, fueron uno de los varapalos que más han marcado al baloncesto español. El equipo entrenador por Antonio Díaz Miguel y con nombres propios que, con el tiempo, quedaron en los libros de historia de nuestra canasta, no estuvo a la altura de las circunstancias. Barcelona 92 significó la primera vez en la historia que España no tuvo que jugar el torneo Preolímpico al ser equipo anfitrión. Sin embargo, quién sabe si precisamente por eso, el camino de la selección fue un tropezón detrás de otro. Prácticamente una caída cada vez que se encontraba con una piedra. Vale que Estados Unidos tenía el primer puesto del grupo asegurado y la medalla de oro tenía el nombre del Dream Team grabado desde que se supo la pléyade de estrellas que iba a presentar el país de las barras y estrellas en Barcelona. Vale que el segundo puesto del grupo también estaba adjudicado y Croacia no tenía rival más allá del combinado NBA por excelencia. Sin embargo, Alemania, Brasil y Angola debían ser equipos ganables para una España que aspiraba con garantías a un tercer puesto de grupo. Error. Se empezó mal al perder el primer partido de la fase de grupos contra la Alemania del NBA Detlef Schrempf, que dejó clara la enorme diferencia que había entre un alero de la liga profesional norteamericana y otro europeo. Un palito del que España se desquitó, no sin sufrimiento, ganando a Brasil. Aunque la diferencia de un único punto no sirvió para que se despejase el pesimismo que se arrastraba desde la derrota anterior. Tras el 1-1 llegó el partido ante Croacia y una derrota con las que se contaba desde antes de empezar. Petrovic, Kukoc, Radja, Vrankovic, Komazec, Tabak, Cvjeticanin, Perasovic… Simple y llanamente, no había manera humana de hacer frente a ese equipo. Era un partido perdido desde antes de empezar. Todo lo contrario que el duelo contra Angola. Ése estaba ganado antes del salto inicial y España entendió a las bravas lo de vender la piel del oso antes de cazarla. El 31 de julio de 1992 es una fecha para el olvido en la historia del baloncesto español. La selección de Díaz Miguel no debía tener problemas para imponerse a su rival africano, pero en los primeros compases del partido ya se vio que aquello no sería el paseo que se esperaba. El equipo estaba desconocido. Un juego lento y un ataque muy espeso vaticinaban un drama que se empezó a fraguar cuando Angola se marchó un punto por delante al descanso. Los africanos volvieron del vestuario con una defensa en zona muy sólida y España se atoró por completo… ante un rival que no debería ni siquiera plantar cara. Un rival que se fue 20 puntos arriba (nota para los más jóvenes: no es una errata). El marcador final de 63-83 dio paso a una pitada monumental que significó el fin de una era para el baloncesto español. El ridículo del ‘angolazo’ marcaría durante muchos años a una selección española a la que le costó reponerse de aquel desastre. Prácticamente de un día para otro se pasó de la mayor de las esperanzas al todavía mayor de los fracasos, por mucho que lo fácil fuese tirar de la excusa de las importantes bajas de varios hombres de peso (y altura) en el equipo como Ferrán Martínez o Antonio Martín. El Dream Team no tuvo ninguna piedad de España y alargó un poco más la agonía de un equipo que estaba muerto en vida. Jordan, Magic, Barkley, Pippen, Robinson, Malone, Bird y el resto de jugadores que se recitan de memoria al hablar del esquipo estadounidense de Barcelona 92 (el único Dream Team, había que decirlo). Mucha dinamita para una selección que de entrada no tenía nada que hacer y que además estaba sentenciada. El 81-122 del final era un dedo en la llaga, pero hasta el fondo. Sobre el papel y antes del inicio del torneo olímpico, nadie esperaba que España terminase última de grupo, con una sola victoria en cinco partidos. De nada sirvió que el equipo estirase el chicle hasta quedar noveno en la lucha por los puestos del 9 al 12. El daño ya estaba hecho y los naipes comenzaron a caer. Tras Barcelona 92, Epi y Biriukov se retiraron del equipo nacional y Antonio Díaz Miguel fue despedido como seleccionador después de 27 años en el puesto. A partir de ahí comenzó un cambio generacional y una travesía por el desierto que tardó muchos años en llegar a un oasis. Una travesía con el ‘angolazo’ en la mochila y el peso de las críticas durante un largo tiempo. Para algunos mucho, para otros poco y, supongo que afortunadamente, para los chavales de hoy en día algo que sólo conocen escuchan a los abuelos del basket o leen líneas como éstas.

La medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Angeles 82 fue un auténtico subidón para el baloncesto español, que cuatro años más tarde volvió a la dura realidad en Seúl 88 con una octava plaza que, quizás, tampoco fue justa. Lo que nadie vino venir fue el batacazo monumental de la selección del ‘angolazo’ de Barcelona 92.

El noveno puesto en los Juegos Olímpicos de casa, y sobre todo el dichoso y mencionado ‘angolazo’, fueron uno de los varapalos que más han marcado al baloncesto español. El equipo entrenador por Antonio Díaz Miguel y con nombres propios que, con el tiempo, quedaron en los libros de historia de nuestra canasta, no estuvo a la altura de las circunstancias.

Barcelona 92 significó la primera vez en la historia que España no tuvo que jugar el torneo Preolímpico al ser equipo anfitrión. Sin embargo, quién sabe si precisamente por eso, el camino de la selección fue un tropezón detrás de otro. Prácticamente una caída cada vez que se encontraba con una piedra.

Vale que Estados Unidos tenía el primer puesto del grupo asegurado y la medalla de oro tenía el nombre del Dream Team grabado desde que se supo la pléyade de estrellas que iba a presentar el país de las barras y estrellas en Barcelona. Vale que el segundo puesto del grupo también estaba adjudicado y Croacia no tenía rival más allá del combinado NBA por excelencia. Sin embargo, Alemania, Brasil y Angola debían ser equipos ganables para una España que aspiraba con garantías a un tercer puesto de grupo. Error.

Se empezó mal al perder el primer partido de la fase de grupos contra la Alemania del NBA Detlef Schrempf, que dejó clara la enorme diferencia que había entre un alero de la liga profesional norteamericana y otro europeo. Un palito del que España se desquitó, no sin sufrimiento, ganando a Brasil. Aunque la diferencia de un único punto no sirvió para que se despejase el pesimismo que se arrastraba desde la derrota anterior.

Tras el 1-1 llegó el partido ante Croacia y una derrota con las que se contaba desde antes de empezar. Petrovic, Kukoc, Radja, Vrankovic, Komazec, Tabak, Cvjeticanin, Perasovic… Simple y llanamente, no había manera humana de hacer frente a ese equipo. Era un partido perdido desde antes de empezar. Todo lo contrario que el duelo contra Angola. Ése estaba ganado antes del salto inicial y España entendió a las bravas lo de vender la piel del oso antes de cazarla.

El 31 de julio de 1992 es una fecha para el olvido en la historia del baloncesto español. La selección de Díaz Miguel no debía tener problemas para imponerse a su rival africano, pero en los primeros compases del partido ya se vio que aquello no sería el paseo que se esperaba. El equipo estaba desconocido. Un juego lento y un ataque muy espeso vaticinaban un drama que se empezó a fraguar cuando Angola se marchó un punto por delante al descanso.

Los africanos volvieron del vestuario con una defensa en zona muy sólida y España se atoró por completo… ante un rival que no debería ni siquiera plantar cara. Un rival que se fue 20 puntos arriba (nota para los más jóvenes: no es una errata). El marcador final de 63-83 dio paso a una pitada monumental que significó el fin de una era para el baloncesto español.

El ridículo del ‘angolazo’ marcaría durante muchos años a una selección española a la que le costó reponerse de aquel desastre. Prácticamente de un día para otro se pasó de la mayor de las esperanzas al todavía mayor de los fracasos, por mucho que lo fácil fuese tirar de la excusa de las importantes bajas de varios hombres de peso (y altura) en el equipo como Ferrán Martínez o Antonio Martín.

El Dream Team no tuvo ninguna piedad de España y alargó un poco más la agonía de un equipo que estaba muerto en vida. Jordan, Magic, Barkley, Pippen, Robinson, Malone, Bird y el resto de jugadores que se recitan de memoria al hablar del esquipo estadounidense de Barcelona 92 (el único Dream Team, había que decirlo). Mucha dinamita para una selección que de entrada no tenía nada que hacer y que además estaba sentenciada. El 81-122 del final era un dedo en la llaga, pero hasta el fondo.

Sobre el papel y antes del inicio del torneo olímpico, nadie esperaba que España terminase última de grupo, con una sola victoria en cinco partidos. De nada sirvió que el equipo estirase el chicle hasta quedar noveno en la lucha por los puestos del 9 al 12. El daño ya estaba hecho y los naipes comenzaron a caer.

Tras Barcelona 92, Epi y Biriukov se retiraron del equipo nacional y Antonio Díaz Miguel fue despedido como seleccionador después de 27 años en el puesto. A partir de ahí comenzó un cambio generacional y una travesía por el desierto que tardó muchos años en llegar a un oasis. Una travesía con el ‘angolazo’ en la mochila y el peso de las críticas durante un largo tiempo. Para algunos mucho, para otros poco y, supongo que afortunadamente, para los chavales de hoy en día algo que sólo conocen escuchan a los abuelos del basket o leen líneas como éstas.