El Real Madrid levanta su decimocuarta Champions y la más épica con un colosal Courtois ante el Liverpool
Catorce Copas de Europa contemplan al Real Madrid, un club hecho para dominar el continente. Y pese a ello, esta Champions tiene algo especial, distinto, tanto por la dificultad del camino como por las increíbles remontadas cosechadas en él. En la final, el rival era el más duro posible, el Liverpool, pero la fe de este equipo, unido a la colosal actuación de Courtois, llevó a los blancos a cosechar otra Orejona más en el colofón perfecto de una generación que ha dominado con puño de hierro el Viejo Continente. El otro héroe fue Vinícius, autor del gol de la victoria (1-0). De las risas y las mofas, a la gloria. La vida misma.
El ridículo de organización quedará como una mancha para siempre de esta final, con la UEFA, las autoridades francesas y parte del público inglés como señalados. Tiempo habrá para buscar responsabilidades y evitar dar esta imagen en el mejor partido de fútbol, al menos a priori, del año. Y la peor publicidad posible para Aleksander Ceferin en su lucha por acabar con la idea de la Superliga.
Con más de media hora de retraso -37 minutos exactamente- comenzó la final, y tanto madridistas como reds arrancaron con intenciones de atacar. Al menos así fue en el primer cuarto de hora, lo que tardó el Liverpool en arrinconar al Real Madrid y comenzar a generar ocasiones.
Como ha sido habitual en esta temporada y particularmente en la Champions, en los peores momentos surge Courtois. Esta vez además fue a lo grande, con una parada tremenda a Salah y otra antológica a Mané. En la primera, un gran cambio de juego de Thiago acabó con un pase de Alexander-Arnold rematado por el egipcio, pero el belga tiró de reflejos. Más difícil fue la segunda, una acción brillante del senegalés que el meta tocó con los dedos lo justo para que el balón diera en la madera y le volviera.
Un par de remates más que se encontraron con el muro belga fueron el final del acoso, pues el equipo de Ancelotti comenzó a crecer en torno al balón. Sin crear peligro ni generar juego ofensivo, pero al menos se sacudió así el dominio de su rival. Benzema y Vinícius trataban de encontrarse, pero siempre había una pierna rival, un dos contra uno o simplemente un mal pase. La réplica de los de Klopp, tímida: un cabezazo de Salah que detuvo fácil Courtois y un remate imperial de Sané que se encontró con un imperial Militao.
Y cuando el descanso llamaba a la puerta llegó la polémica. Un gran pase de Alaba encontró a Benzema en el área, el galo recortó a Alisson pero se quedó sin equilibrio. Valverde buscó el balón perdido, Fabinho le obstaculizó y Benzema aprovechó el rechace para marcar. Fuera de juego, entendió el árbitro, pese a que el esférico llegaba del brasileño.
Pese a que las mejores llegadas eran del Liverpool, como un gran centro de Alexander-Arnold que salvó Carvajal o una jugada embarullada que la zaga blanca sacó a chut de Salah, la sensación era que el partido estaba ya más del lado blanco que del red. Modric parecía omnipresente, aportando criterio y sacrificado en defensa, y Kroos encontraba por fin huecos para crear juego. Y en un ataque aparentemente corriente, Valverde ganó la banda derecha y su centro preciso, tenso y raso, encontró a Vinícius solo en el área. El brasileño esas ya no las perdona, hace tiempo que es otro jugador. La gloria era suya.
Cinco minutos tardó el Liverpool en reaccionar, pero lo hizo. Vaya si lo hizo. Y con su empuje, su fútbol vertical, convirtió en héroe a Militao y su jerarquía atrás, a Carvajal y su pundonor, a Modric y su clase y manera de entender el fútbol. Pero sobre todo a Courtois, un gigante imposible de superar que desesperó a los ingleses… y sobre todo a Salah, a quien le hizo dos paradas imposibles: una estirada tan plástica como efectiva para sacar la rosca envenenada del egipcio y después otra mano en un cara a cara en el que el belga tiro de reflejos.
Los ataques del Liverpool ya eran desesperados en el tramo final, casi sin convicción. Siempre había una pierna, o una cabeza. O simplemente Courtois, cuya presencia ya era totalmente intimidatoria. Pudo haber llegado un segundo gol y casi fue raro que no lo hiciera con los ingleses volcados, pero daba ya igual. El Real Madrid de los Jerarcas ya tiene su epílogo perfecto. Si es que ha llegado. De momento, cinco Champions contemplan a este grupo, y esta es la más inesperada y probablemente la más épica y bonita de todas.
Catorce Copas de Europa contemplan al Real Madrid, un club hecho para dominar el continente. Y pese a ello, esta Champions tiene algo especial, distinto, tanto por la dificultad del camino como por las increíbles remontadas cosechadas en él. En la final, el rival era el más duro posible, el Liverpool, pero la fe de este equipo, unido a la colosal actuación de Courtois, llevó a los blancos a cosechar otra Orejona más en el colofón perfecto de una generación que ha dominado con puño de hierro el Viejo Continente. El otro héroe fue Vinícius, autor del gol de la victoria (1-0). De las risas y las mofas, a la gloria. La vida misma.
El ridículo de organización quedará como una mancha para siempre de esta final, con la UEFA, las autoridades francesas y parte del público inglés como señalados. Tiempo habrá para buscar responsabilidades y evitar dar esta imagen en el mejor partido de fútbol, al menos a priori, del año. Y la peor publicidad posible para Aleksander Ceferin en su lucha por acabar con la idea de la Superliga.
Con más de media hora de retraso -37 minutos exactamente- comenzó la final, y tanto madridistas como reds arrancaron con intenciones de atacar. Al menos así fue en el primer cuarto de hora, lo que tardó el Liverpool en arrinconar al Real Madrid y comenzar a generar ocasiones.
Como ha sido habitual en esta temporada y particularmente en la Champions, en los peores momentos surge Courtois. Esta vez además fue a lo grande, con una parada tremenda a Salah y otra antológica a Mané. En la primera, un gran cambio de juego de Thiago acabó con un pase de Alexander-Arnold rematado por el egipcio, pero el belga tiró de reflejos. Más difícil fue la segunda, una acción brillante del senegalés que el meta tocó con los dedos lo justo para que el balón diera en la madera y le volviera.
Un par de remates más que se encontraron con el muro belga fueron el final del acoso, pues el equipo de Ancelotti comenzó a crecer en torno al balón. Sin crear peligro ni generar juego ofensivo, pero al menos se sacudió así el dominio de su rival. Benzema y Vinícius trataban de encontrarse, pero siempre había una pierna rival, un dos contra uno o simplemente un mal pase. La réplica de los de Klopp, tímida: un cabezazo de Salah que detuvo fácil Courtois y un remate imperial de Sané que se encontró con un imperial Militao.
Y cuando el descanso llamaba a la puerta llegó la polémica. Un gran pase de Alaba encontró a Benzema en el área, el galo recortó a Alisson pero se quedó sin equilibrio. Valverde buscó el balón perdido, Fabinho le obstaculizó y Benzema aprovechó el rechace para marcar. Fuera de juego, entendió el árbitro, pese a que el esférico llegaba del brasileño.
Pese a que las mejores llegadas eran del Liverpool, como un gran centro de Alexander-Arnold que salvó Carvajal o una jugada embarullada que la zaga blanca sacó a chut de Salah, la sensación era que el partido estaba ya más del lado blanco que del red. Modric parecía omnipresente, aportando criterio y sacrificado en defensa, y Kroos encontraba por fin huecos para crear juego. Y en un ataque aparentemente corriente, Valverde ganó la banda derecha y su centro preciso, tenso y raso, encontró a Vinícius solo en el área. El brasileño esas ya no las perdona, hace tiempo que es otro jugador. La gloria era suya.
Cinco minutos tardó el Liverpool en reaccionar, pero lo hizo. Vaya si lo hizo. Y con su empuje, su fútbol vertical, convirtió en héroe a Militao y su jerarquía atrás, a Carvajal y su pundonor, a Modric y su clase y manera de entender el fútbol. Pero sobre todo a Courtois, un gigante imposible de superar que desesperó a los ingleses… y sobre todo a Salah, a quien le hizo dos paradas imposibles: una estirada tan plástica como efectiva para sacar la rosca envenenada del egipcio y después otra mano en un cara a cara en el que el belga tiro de reflejos.
Los ataques del Liverpool ya eran desesperados en el tramo final, casi sin convicción. Siempre había una pierna, o una cabeza. O simplemente Courtois, cuya presencia ya era totalmente intimidatoria. Pudo haber llegado un segundo gol y casi fue raro que no lo hiciera con los ingleses volcados, pero daba ya igual. El Real Madrid de los Jerarcas ya tiene su epílogo perfecto. Si es que ha llegado. De momento, cinco Champions contemplan a este grupo, y esta es la más inesperada y probablemente la más épica y bonita de todas.