Estamos enfermos

La pregunta que se le hizo a Garbiñe Muguruza en los Premios Laureus sobre su peso no venía a cuento, y ella brilló en su respuesta.

Estamos enfermos

La pregunta que se le hizo a Garbiñe Muguruza en los Premios Laureus sobre su peso no venía a cuento, y ella brilló en su respuesta.

Estamos enfermos. Muy enfermos, cuando en una alfombra roja, a una mujer que lo ha ganado todo, que ha sido número uno del tenis, que tiene una carrera brillante detrás, le preguntamos si está preocupada o no por los comentarios que hay en redes sobre su aspecto y, en concreto, sobre su aumento de peso. Me resulta incomprensible que, un editor, un responsable de un medio, de una redacción, envíe a su redactor a ese evento con el encargo de que, si ve a Garbiñe Muguruza, le pregunte por esto. Y no le entren dudas, aunque sea durante medio segundo, de que la pregunta no viene a cuento, del daño que le puede generar, de la inseguridad que le puede provocar esa pregunta justo antes de subirse a un escenario.

Ella, brillante como ha sido en la pista siempre, lo fue ante esa pregunta tan inoportuna. No perdió la sonrisa, una de las claves en comunicación para seguir generando empatía, esa que le faltó a quien hizo la pregunta. No pierde la sonrisa y, lo mejor, responde desmontando semejante absurdez: «Quiero vivir la vida y disfrutarla».

Qué importante es que este tipo de mensajes se escuchen, además de gente que han sido referentes y que lo siguen siendo para muchos chicos y chicas jóvenes. Que cambie tu aspecto físico después de años dedicados a la alta competición es ley de vida. Si no ocurre es que algo va mal. Y, sobre todo, si lo que quieres es hacer y comer todo eso que no has podido hacer y comer durante años porque tu cuerpo te exigía una disciplina.

Pero seamos realistas. Esto solo se le pregunta así, a bocajarro, a una mujer que está radiante en una alfombra roja, con un vestido imponente. Jamás se le ocurriría a alguien preguntárselo a un jugador o deportista trajeado que, como todos los que dejan la alta competición, cambian su aspecto físico. O cogen más peso, o pierden músculo. Obvio: ya no dedican las 24 horas del día a cuidarse. Ahora hacen muchas más cosas, entre otras, vivir.

Pero el concepto ya es terrible: planteamos que tener más kilos es malo. No aparecer esquelético, con los brazos marcados y esculpidos por las pesas, no es bueno. Y así, de manera silenciosa, estamos imponiendo, una vez más, unos cánones de belleza que suponen una condena para muchas mujeres. Es así, de forma silenciosa, como se generan todas esas ataduras, frustraciones, obsesiones, por conseguir cuerpos imposibles. Y es así, con preguntas tan inoportunas, como muchas chicas o chicos se olvidan de vivir. Se olvidan de disfrutar, como decía Garbiñe.

Así que aplaudo a rabiar a esa mujer imponente que el otro día estaba radiante, feliz, guapísima, en una alfombra roja, demostrando que la inteligencia se mide también en las respuestas. La suya fue brillante, como lo ha sido con su raqueta.