No se habla de fútbol, se habla de derechos
Antes del arranque de cualquier evento deportivo de gran calado, como en este caso es el Mundial de Qatar, se genera mucha expectativa informativa respecto a las instalaciones donde se desarrolla la competición, el calendario, los grupos y los jugadores más relevantes de cada país. El entretenimiento bien entendido forma parte del espectáculo, pero en este caso, la polémica está servida desde el minuto uno por la politización de la situación que rodea al país.
No se habla de fútbol, se habla de reivindicar derechos. Merece la pena detenerse a analizar que fue el 2 de diciembre de 2010 cuando la FIFA designó a Qatar como país organizador de este Mundial. Pero entonces sufríamos la resaca de «nuestro Mundial» y también hablábamos de las gestas de Nadal, Federer, Bolt, Phelps, Gasol… a las puertas de unos Juegos Olímpicos que tenían un nombre en la sombra (Sebastian Coe), en un «continente europeo», concretamente en Londres, en la cuna de los Beatles, de Beckham, de Gascoigne, de Lineker, donde los derechos humanos se presumían.
Han pasado doce años llenos de gestas deportivas abrumadoras y terribles acontecimientos que todos hemos sufrido. Es el turno de Qatar. Es el turno de un país que ya entonces privaba de libertad a las mujeres, privaba de libertad al colectivo LGTBI, privaba de los derechos fundamentales de las personas. Apenas se hablaba de los derechos humanos en este país, en comparación con sus vecinos orientales. Ahora se pone en el mapa como terreno deportivo y se fija como una gran lupa sirviendo como escaparate de reivindicación.
La inauguración fue el pasado domingo con el país anfitrión y Ecuador. Ayer entraron a competir seis equipos (Inglaterra, Irán, Senegal, Países Bajos, Estados Unidos y Gales)y en vez de conocer el número de jugadores, las tácticas y las técnicas deportivas, la forma de juego de cada uno o los cruces de la primera fase de este Mundial, ha habido una persona que entonó la primera voz cantante que hizo que todos los ojos se pusieran sobre él para asombro mundial.
El presidente de la propia FIFA, Gianni Infantino, vertió duras y polémicas declaraciones previas a la inauguración del Mundial de Qatar, por lo que las señales de protesta de los diferentes equipos no hicieron más que empezar. Brazaletes apoyando al colectivo LGTBI, silencio en los himnos de algún que otro país, o apoyar la rodilla en señal de protesta, son algunas de las «protestas» que la FIFA y el comité organizador ahora no ven con buenos ojos, y amenazan con sancionar deportivamente a los equipos que politicen el juego.
Cabe recordar que fue el propio Infantino quien antes de la competición señaló que «no arrastrará el fútbol a todas las batallas ideológicas/políticas». Pero, en su discurso previo al Mundial, versó sobre inmigración global, derechos de los trabajadores, cuestiones LGTBI, colonialismo europeo, pecas, sufragio femenino, racismo, discapacidad, orientalismo y no precisamente defendiendo lo que es cristalino a los ojos de todos.
Veremos cómo continúa este Mundial en cuanto a declaraciones y reivindicaciones se refiere, y sobre todo, el respeto al género humano que se presume por parte de los dirigentes deportivos como las de Gianni Infantino, que debería ser aún más serios que el propio Morgan Freeman en la ceremonia inaugural.
Antes del arranque de cualquier evento deportivo de gran calado, como en este caso es el Mundial de Qatar, se genera mucha expectativa informativa respecto a las instalaciones donde se desarrolla la competición, el calendario, los grupos y los jugadores más relevantes de cada país. El entretenimiento bien entendido forma parte del espectáculo, pero en este caso, la polémica está servida desde el minuto uno por la politización de la situación que rodea al país.
No se habla de fútbol, se habla de reivindicar derechos. Merece la pena detenerse a analizar que fue el 2 de diciembre de 2010 cuando la FIFA designó a Qatar como país organizador de este Mundial. Pero entonces sufríamos la resaca de «nuestro Mundial» y también hablábamos de las gestas de Nadal, Federer, Bolt, Phelps, Gasol… a las puertas de unos Juegos Olímpicos que tenían un nombre en la sombra (Sebastian Coe), en un «continente europeo», concretamente en Londres, en la cuna de los Beatles, de Beckham, de Gascoigne, de Lineker, donde los derechos humanos se presumían.
Han pasado doce años llenos de gestas deportivas abrumadoras y terribles acontecimientos que todos hemos sufrido. Es el turno de Qatar. Es el turno de un país que ya entonces privaba de libertad a las mujeres, privaba de libertad al colectivo LGTBI, privaba de los derechos fundamentales de las personas. Apenas se hablaba de los derechos humanos en este país, en comparación con sus vecinos orientales. Ahora se pone en el mapa como terreno deportivo y se fija como una gran lupa sirviendo como escaparate de reivindicación.
La inauguración fue el pasado domingo con el país anfitrión y Ecuador. Ayer entraron a competir seis equipos (Inglaterra, Irán, Senegal, Países Bajos, Estados Unidos y Gales)y en vez de conocer el número de jugadores, las tácticas y las técnicas deportivas, la forma de juego de cada uno o los cruces de la primera fase de este Mundial, ha habido una persona que entonó la primera voz cantante que hizo que todos los ojos se pusieran sobre él para asombro mundial.
El presidente de la propia FIFA, Gianni Infantino, vertió duras y polémicas declaraciones previas a la inauguración del Mundial de Qatar, por lo que las señales de protesta de los diferentes equipos no hicieron más que empezar. Brazaletes apoyando al colectivo LGTBI, silencio en los himnos de algún que otro país, o apoyar la rodilla en señal de protesta, son algunas de las «protestas» que la FIFA y el comité organizador ahora no ven con buenos ojos, y amenazan con sancionar deportivamente a los equipos que politicen el juego.
Cabe recordar que fue el propio Infantino quien antes de la competición señaló que «no arrastrará el fútbol a todas las batallas ideológicas/políticas«. Pero, en su discurso previo al Mundial, versó sobre inmigración global, derechos de los trabajadores, cuestiones LGTBI, colonialismo europeo, pecas, sufragio femenino, racismo, discapacidad, orientalismo y no precisamente defendiendo lo que es cristalino a los ojos de todos.
Veremos cómo continúa este Mundial en cuanto a declaraciones y reivindicaciones se refiere, y sobre todo, el respeto al género humano que se presume por parte de los dirigentes deportivos como las de Gianni Infantino, que debería ser aún más serios que el propio Morgan Freeman en la ceremonia inaugural.