Qatar 2022: un Mundial muy, muy diferente

El mundo del deporte está sufriendo una revolución global, lenta pero segura, pues el dinero –casi– todo lo puede. Se trata de un cambio patrocinado por los petrodólares, capaces de organizar nuevas competiciones paralelas a las clásicas, llevar torneos a países lejanos y sin tradición e incluso que un Mundial de fútbol se celebre en los meses de noviembre y diciembre.
Va a ser un torneo distinto, empezando por las fechas en las que se va a disputar, pues comienza este domingo 20 de noviembre y finaliza el 18 de diciembre, algo extraño para el espectador. Las ligas nacionales y las competiciones internacionales se han detenido, no hay más remedio, y el foco pasa a un torneo que siempre se ha disputado en verano y que el calor qatarí ha obligado a llevar al otoño, casi lindando con el invierno.
Las fechas han causado controversia, pero nada comparado con la ocasionada por el país elegido para jugar el Mundial. A las acusaciones de malas condiciones de los trabajadores –el diario The Guardian ha denunciado incluso que ha habido más de 6.000 muertes en la construcción de los estadios– se suman las características de la cultura del país. Las restricciones a los derechos de las mujeres y la prohibición de la homosexualidad –con avisos incluso de que se tiene que respetar, una vez en Qatar, la cultura del país y no mostrarse en público–, son quizás el mayor ejemplo de que algo se ha hecho mal llevando allí el torneo. Hasta Joseph Blatter, presidente de la FIFA cuando se tomó la decisión, admitió su error en un reciente documental.
Más allá de la extrañeza por las fechas, un Mundial es un Mundial. La mayor cita del mundo del deporte solo por detrás de los Juegos Olímpicos y sin duda la que más pasiones levanta. El mundo se volverá loco con el torneo y los aficionados vibrarán con los partidos en cuanto se hagan a la idea de que sí, de que efectivamente se está disputando un Campeonato del Mundo en noviembre y diciembre.
Ilusión con España
Y así será en España. El equipo de todos, conviene recordarlo ante una cierta desafección con la selección de una parte de la afición, algo desenganchada de la Roja por diversos motivos. Los clubes pesan demasiado en nuestro país, y un entrenador con pasado tan marcadamente azulgrana no gusta en todos lados. Su carácter tampoco suma adeptos, más cercano a Javier Clemente –o conmigo o contra mí– que a Vicente del Bosque –el suegro perfecto, el hombre conciliador y de paz–. Y sus decisiones y cómo las explica, tampoco ayudan en exceso.
Aunque cuando eche el balón a rodar y España se enfrente a Costa Rica, Alemania y Japón, todo eso quedará en el olvido. Ya sucedió en la pasada Eurocopa en el verano de 2011, donde pese a las críticas y las dudas ante los flojos resultados obtenidos por la Roja, los aficionados se volcaron con el equipo nacional y soñaron incluso con un triunfo que no estuvo lejos: la final quedó a tan solo 11 metros.
No parte España entre las favoritas para levantar la Copa. Tras un gran torneo continental en el que se llegó a las semifinales –perdió ante Italia en los penaltis– y una Liga de Naciones en la que se alcanzó la final –derrota ajustada ante Francia por 2-1–, la sensación era que la Roja había encontrado su fútbol, con el toque y el control del juego como señas de identidad. Sin embargo, los problemas para hacer goles y la fragilidad defensiva han penalizado en exceso a un equipo que siempre va de frente, que tiene el fútbol ofensivo como una seña de identidad innegociable.
Se trata de una España sin estrellas, sin nombres mediáticos. No es ya que no haya un Messi o un Cristiano, es que tampoco hay un Xavi, Iniesta, Iker, Piqué o Ramos. Es el equipo del pueblo y con él toca ir a muerte para soñar con una segunda estrella, para unir de nuevo a un país que necesita una alegría para olvidar, aunque sea por unas horas o unos días, todos los problemas que le acucian.
Messi, Cristiano, Francia…
El interés y la atención del Mundial no se centra, para el aficionado español, ni mucho menos únicamente en lo que pase con la Roja. Un Mundial es para verlo, disfrutarlo, hacer un maratón de partidos, tragarse desde el Qatar-Ecuador inaugural hasta el Costa Rica- Japón del grupo de España pasando por el apasionante Canadá-Marruecos.
Y hay otro aliciente extra, el de estar ante el último Mundial de Messi y de Cristiano Ronaldo. Con Portugal hay muchas dudas pese a la calidad de sus jugadores, mientras que Argentina llega con la vitola de favorita, más tras su victoria en la pasada Copa América, el primer gran título de Leo con la Albiceleste.
Si Messi quiere estar a la altura de la leyenda de Diego Armando Maradona, le falta levantar una Copa del Mundo y hacerlo como la indiscutible estrella del país que más vibra –con permiso de su eterno rival, Brasil– con el fútbol. Argentina, siempre más de Diego que de Leo por distintas razones, busca una nueva deidad a la que adorar en el primer Mundial que El Pelusa no presenciara tras fallecer en noviembre de 2020.
Y no hay que olvidarse de la vigente campeona Francia, de Alemania, de Uruguay y esperar a descubrir esas sorpresas, esas historias tan maravillosas que dejan siempre los Mundiales. Disfrutemos.
Apúntate a nuestra newsletter y recibe en tu correo el contenido gratis sobre el Mundial de Qatar 2022. Directos, estadísticas, videoanálisis, reportajes y toda la última hora.

Qatar 2022: un Mundial muy, muy diferente

El mundo del deporte está sufriendo una revolución global, lenta pero segura, pues el dinero –casi– todo lo puede. Se trata de un cambio patrocinado por los petrodólares, capaces de organizar nuevas competiciones paralelas a las clásicas, llevar torneos a países lejanos y sin tradición e incluso que un Mundial de fútbol se celebre en los meses de noviembre y diciembre. Va a ser un torneo distinto, empezando por las fechas en las que se va a disputar, pues comienza este domingo 20 de noviembre y finaliza el 18 de diciembre, algo extraño para el espectador. Las ligas nacionales y las competiciones internacionales se han detenido, no hay más remedio, y el foco pasa a un torneo que siempre se ha disputado en verano y que el calor qatarí ha obligado a llevar al otoño, casi lindando con el invierno. Las fechas han causado controversia, pero nada comparado con la ocasionada por el país elegido para jugar el Mundial. A las acusaciones de malas condiciones de los trabajadores –el diario The Guardian ha denunciado incluso que ha habido más de 6.000 muertes en la construcción de los estadios– se suman las características de la cultura del país. Las restricciones a los derechos de las mujeres y la prohibición de la homosexualidad –con avisos incluso de que se tiene que respetar, una vez en Qatar, la cultura del país y no mostrarse en público–, son quizás el mayor ejemplo de que algo se ha hecho mal llevando allí el torneo. Hasta Joseph Blatter, presidente de la FIFA cuando se tomó la decisión, admitió su error en un reciente documental. Más allá de la extrañeza por las fechas, un Mundial es un Mundial. La mayor cita del mundo del deporte solo por detrás de los Juegos Olímpicos y sin duda la que más pasiones levanta. El mundo se volverá loco con el torneo y los aficionados vibrarán con los partidos en cuanto se hagan a la idea de que sí, de que efectivamente se está disputando un Campeonato del Mundo en noviembre y diciembre. Ilusión con España Y así será en España. El equipo de todos, conviene recordarlo ante una cierta desafección con la selección de una parte de la afición, algo desenganchada de la Roja por diversos motivos. Los clubes pesan demasiado en nuestro país, y un entrenador con pasado tan marcadamente azulgrana no gusta en todos lados. Su carácter tampoco suma adeptos, más cercano a Javier Clemente –o conmigo o contra mí– que a Vicente del Bosque –el suegro perfecto, el hombre conciliador y de paz–. Y sus decisiones y cómo las explica, tampoco ayudan en exceso. Aunque cuando eche el balón a rodar y España se enfrente a Costa Rica, Alemania y Japón, todo eso quedará en el olvido. Ya sucedió en la pasada Eurocopa en el verano de 2011, donde pese a las críticas y las dudas ante los flojos resultados obtenidos por la Roja, los aficionados se volcaron con el equipo nacional y soñaron incluso con un triunfo que no estuvo lejos: la final quedó a tan solo 11 metros. No parte España entre las favoritas para levantar la Copa. Tras un gran torneo continental en el que se llegó a las semifinales –perdió ante Italia en los penaltis– y una Liga de Naciones en la que se alcanzó la final –derrota ajustada ante Francia por 2-1–, la sensación era que la Roja había encontrado su fútbol, con el toque y el control del juego como señas de identidad. Sin embargo, los problemas para hacer goles y la fragilidad defensiva han penalizado en exceso a un equipo que siempre va de frente, que tiene el fútbol ofensivo como una seña de identidad innegociable. Se trata de una España sin estrellas, sin nombres mediáticos. No es ya que no haya un Messi o un Cristiano, es que tampoco hay un Xavi, Iniesta, Iker, Piqué o Ramos. Es el equipo del pueblo y con él toca ir a muerte para soñar con una segunda estrella, para unir de nuevo a un país que necesita una alegría para olvidar, aunque sea por unas horas o unos días, todos los problemas que le acucian. Messi, Cristiano, Francia... El interés y la atención del Mundial no se centra, para el aficionado español, ni mucho menos únicamente en lo que pase con la Roja. Un Mundial es para verlo, disfrutarlo, hacer un maratón de partidos, tragarse desde el Qatar-Ecuador inaugural hasta el Costa Rica- Japón del grupo de España pasando por el apasionante Canadá-Marruecos. Y hay otro aliciente extra, el de estar ante el último Mundial de Messi y de Cristiano Ronaldo. Con Portugal hay muchas dudas pese a la calidad de sus jugadores, mientras que Argentina llega con la vitola de favorita, más tras su victoria en la pasada Copa América, el primer gran título de Leo con la Albiceleste. Si Messi quiere estar a la altura de la leyenda de Diego Armando Maradona, le falta levantar una Copa del Mundo y hacerlo como la indiscutible estrella del país que más vibra –con permiso de su eterno rival, Brasil– con el fútbol. Argentina, siempre más de Diego que de Leo por distintas razones, busca una nueva deidad a la que adorar en el primer Mundial que El Pelusa no presenciara tras fallecer en noviembre de 2020. Y no hay que olvidarse de la vigente campeona Francia, de Alemania, de Uruguay y esperar a descubrir esas sorpresas, esas historias tan maravillosas que dejan siempre los Mundiales. Disfrutemos. Apúntate a nuestra newsletter y recibe en tu correo el contenido gratis sobre el Mundial de Qatar 2022. Directos, estadísticas, videoanálisis, reportajes y toda la última hora.

El mundo del deporte está sufriendo una revolución global, lenta pero segura, pues el dinero –casi– todo lo puede. Se trata de un cambio patrocinado por los petrodólares, capaces de organizar nuevas competiciones paralelas a las clásicas, llevar torneos a países lejanos y sin tradición e incluso que un Mundial de fútbol se celebre en los meses de noviembre y diciembre.

Va a ser un torneo distinto, empezando por las fechas en las que se va a disputar, pues comienza este domingo 20 de noviembre y finaliza el 18 de diciembre, algo extraño para el espectador. Las ligas nacionales y las competiciones internacionales se han detenido, no hay más remedio, y el foco pasa a un torneo que siempre se ha disputado en verano y que el calor qatarí ha obligado a llevar al otoño, casi lindando con el invierno.

Las fechas han causado controversia, pero nada comparado con la ocasionada por el país elegido para jugar el Mundial. A las acusaciones de malas condiciones de los trabajadores –el diario The Guardian ha denunciado incluso que ha habido más de 6.000 muertes en la construcción de los estadios– se suman las características de la cultura del país. Las restricciones a los derechos de las mujeres y la prohibición de la homosexualidad –con avisos incluso de que se tiene que respetar, una vez en Qatar, la cultura del país y no mostrarse en público–, son quizás el mayor ejemplo de que algo se ha hecho mal llevando allí el torneo. Hasta Joseph Blatter, presidente de la FIFA cuando se tomó la decisión, admitió su error en un reciente documental.

Más allá de la extrañeza por las fechas, un Mundial es un Mundial. La mayor cita del mundo del deporte solo por detrás de los Juegos Olímpicos y sin duda la que más pasiones levanta. El mundo se volverá loco con el torneo y los aficionados vibrarán con los partidos en cuanto se hagan a la idea de que sí, de que efectivamente se está disputando un Campeonato del Mundo en noviembre y diciembre.

Ilusión con España

Y así será en España. El equipo de todos, conviene recordarlo ante una cierta desafección con la selección de una parte de la afición, algo desenganchada de la Roja por diversos motivos. Los clubes pesan demasiado en nuestro país, y un entrenador con pasado tan marcadamente azulgrana no gusta en todos lados. Su carácter tampoco suma adeptos, más cercano a Javier Clemente –o conmigo o contra mí– que a Vicente del Bosque –el suegro perfecto, el hombre conciliador y de paz–. Y sus decisiones y cómo las explica, tampoco ayudan en exceso.

Aunque cuando eche el balón a rodar y España se enfrente a Costa Rica, Alemania y Japón, todo eso quedará en el olvido. Ya sucedió en la pasada Eurocopa en el verano de 2011, donde pese a las críticas y las dudas ante los flojos resultados obtenidos por la Roja, los aficionados se volcaron con el equipo nacional y soñaron incluso con un triunfo que no estuvo lejos: la final quedó a tan solo 11 metros.

No parte España entre las favoritas para levantar la Copa. Tras un gran torneo continental en el que se llegó a las semifinales –perdió ante Italia en los penaltis– y una Liga de Naciones en la que se alcanzó la final –derrota ajustada ante Francia por 2-1–, la sensación era que la Roja había encontrado su fútbol, con el toque y el control del juego como señas de identidad. Sin embargo, los problemas para hacer goles y la fragilidad defensiva han penalizado en exceso a un equipo que siempre va de frente, que tiene el fútbol ofensivo como una seña de identidad innegociable.

Se trata de una España sin estrellas, sin nombres mediáticos. No es ya que no haya un Messi o un Cristiano, es que tampoco hay un Xavi, Iniesta, Iker, Piqué o Ramos. Es el equipo del pueblo y con él toca ir a muerte para soñar con una segunda estrella, para unir de nuevo a un país que necesita una alegría para olvidar, aunque sea por unas horas o unos días, todos los problemas que le acucian.

Messi, Cristiano, Francia…

El interés y la atención del Mundial no se centra, para el aficionado español, ni mucho menos únicamente en lo que pase con la Roja. Un Mundial es para verlo, disfrutarlo, hacer un maratón de partidos, tragarse desde el Qatar-Ecuador inaugural hasta el Costa Rica- Japón del grupo de España pasando por el apasionante Canadá-Marruecos.

Y hay otro aliciente extra, el de estar ante el último Mundial de Messi y de Cristiano Ronaldo. Con Portugal hay muchas dudas pese a la calidad de sus jugadores, mientras que Argentina llega con la vitola de favorita, más tras su victoria en la pasada Copa América, el primer gran título de Leo con la Albiceleste.

Si Messi quiere estar a la altura de la leyenda de Diego Armando Maradona, le falta levantar una Copa del Mundo y hacerlo como la indiscutible estrella del país que más vibra –con permiso de su eterno rival, Brasil– con el fútbol. Argentina, siempre más de Diego que de Leo por distintas razones, busca una nueva deidad a la que adorar en el primer Mundial que El Pelusa no presenciara tras fallecer en noviembre de 2020.

Y no hay que olvidarse de la vigente campeona Francia, de Alemania, de Uruguay y esperar a descubrir esas sorpresas, esas historias tan maravillosas que dejan siempre los Mundiales. Disfrutemos.

Apúntate a nuestra newsletter y recibe en tu correo el contenido gratis sobre el Mundial de Qatar 2022. Directos, estadísticas, videoanálisis, reportajes y toda la última hora.