ReALMAdrid, el equipo de los sagrados corazones

La ilógica del Real Madrid es sencillamente maravillosa e incomparable. Lo que ha ocurrido en esta Champions no volverá a verse en la historia del fútbol. Desde la silla de Alaba, o sea la inenarrable remontada contra el PSG, el equipo de Ancelotti ha hecho de lo imposible una forma de vida en esta Champions League.
Le ha dado igual que enfrente estuviese el campeón de Europa o los dos clubes más ricos del mundo. Cuando el Bernabéu se pone en modo épico no hay club estado que se le resista ni entrenador antológico que pueda con eso. Pep había ganado hasta la fecha seis partidos en el Bernabéu y empatado dos, pero la Champions es otra película. La estadística y la pizarra se va al limbo.
Después de festejar la Liga, cuando el depósito físico parecía al límite y el partido se consumía, volvió a ocurrir la magia, ese viejo truco donde la Champions y el Madrid se fusionan para dejar ojiplático al planeta fútbol. Las loas iban a ser para Bernardo Silva y para Rodrigo, el del City, pero apareció su tocayo brasileño para cambiar una vez más la historia.
Rodrygo, el joven héroe sin capa de la noche, marcó dos goles en tres minutos y puso al Madrid mirando a la Torre Eiffel, donde ya espera el Liverpool. El desenlace estaba esrito. Karim, en su partido más discreto, provocó el penalti definitivo y marcó desde el punto de penalti, como si la presión no fuera con él.
Otra noche para la historia que no admite otro análisis que reconocer la maravillosa ilógica de un equipo que tiene un inexplicable idilio con la Copa de Europa. El madridismo gozó como siempre, pero les supo como nunca…
Es lo que tienen los Reyes de Europa, el equipo de los Sagrados Corazones.

ReALMAdrid, el equipo de los sagrados corazones

La ilógica del Real Madrid es sencillamente maravillosa e incomparable. Lo que ha ocurrido en esta Champions no volverá a verse en la historia del fútbol. Desde la silla de Alaba, o sea la inenarrable remontada contra el PSG, el equipo de Ancelotti ha hecho de lo imposible una forma de vida en esta Champions League. Le ha dado igual que enfrente estuviese el campeón de Europa o los dos clubes más ricos del mundo. Cuando el Bernabéu se pone en modo épico no hay club estado que se le resista ni entrenador antológico que pueda con eso. Pep había ganado hasta la fecha seis partidos en el Bernabéu y empatado dos, pero la Champions es otra película. La estadística y la pizarra se va al limbo. Después de festejar la Liga, cuando el depósito físico parecía al límite y el partido se consumía, volvió a ocurrir la magia, ese viejo truco donde la Champions y el Madrid se fusionan para dejar ojiplático al planeta fútbol. Las loas iban a ser para Bernardo Silva y para Rodrigo, el del City, pero apareció su tocayo brasileño para cambiar una vez más la historia. Rodrygo, el joven héroe sin capa de la noche, marcó dos goles en tres minutos y puso al Madrid mirando a la Torre Eiffel, donde ya espera el Liverpool. El desenlace estaba esrito. Karim, en su partido más discreto, provocó el penalti definitivo y marcó desde el punto de penalti, como si la presión no fuera con él. Otra noche para la historia que no admite otro análisis que reconocer la maravillosa ilógica de un equipo que tiene un inexplicable idilio con la Copa de Europa. El madridismo gozó como siempre, pero les supo como nunca… Es lo que tienen los Reyes de Europa, el equipo de los Sagrados Corazones.

La ilógica del Real Madrid es sencillamente maravillosa e incomparable. Lo que ha ocurrido en esta Champions no volverá a verse en la historia del fútbol. Desde la silla de Alaba, o sea la inenarrable remontada contra el PSG, el equipo de Ancelotti ha hecho de lo imposible una forma de vida en esta Champions League.

Le ha dado igual que enfrente estuviese el campeón de Europa o los dos clubes más ricos del mundo. Cuando el Bernabéu se pone en modo épico no hay club estado que se le resista ni entrenador antológico que pueda con eso. Pep había ganado hasta la fecha seis partidos en el Bernabéu y empatado dos, pero la Champions es otra película. La estadística y la pizarra se va al limbo.

Después de festejar la Liga, cuando el depósito físico parecía al límite y el partido se consumía, volvió a ocurrir la magia, ese viejo truco donde la Champions y el Madrid se fusionan para dejar ojiplático al planeta fútbol. Las loas iban a ser para Bernardo Silva y para Rodrigo, el del City, pero apareció su tocayo brasileño para cambiar una vez más la historia.

Rodrygo, el joven héroe sin capa de la noche, marcó dos goles en tres minutos y puso al Madrid mirando a la Torre Eiffel, donde ya espera el Liverpool. El desenlace estaba esrito. Karim, en su partido más discreto, provocó el penalti definitivo y marcó desde el punto de penalti, como si la presión no fuera con él.

Otra noche para la historia que no admite otro análisis que reconocer la maravillosa ilógica de un equipo que tiene un inexplicable idilio con la Copa de Europa. El madridismo gozó como siempre, pero les supo como nunca…

Es lo que tienen los Reyes de Europa, el equipo de los Sagrados Corazones.