Un Madrid sin rival: ni el ‘Cholismo’, ni la ‘Xavineta’ pudieron con la ceja de Ancelotti

La afición del Real Madrid se lo pasó a lo grande en Cibeles, pero no dejaron que la fiesta por la 35ª Liga les quitase el foco del gran objetivo de la vuelta de semifinales de la Champions League contra el Manchester City.

Un Madrid sin rival: ni el ‘Cholismo’, ni la ‘Xavineta’ pudieron con la ceja de Ancelotti

La afición del Real Madrid se lo pasó a lo grande en Cibeles, pero no dejaron que la fiesta por la 35ª Liga les quitase el foco del gran objetivo de la vuelta de semifinales de la Champions League contra el Manchester City.

Definir el libreto de Carlo Ancelotti no es sencillo. No es un entrenador que apueste por un estilo de manera obsesiva, ni es especialmente vehemente en su relación con la afición. Tampoco es un estudioso de la táctica. Lejos de ser un problema, es toda una ventaja y la mejor prueba es la consecución de esta Liga con el Real Madrid y con la ventaja que lo ha obtenido.

El arqueo de la ceja izquierda es una de las señas de identidad más significativas de Ancelotti. Con cara seria, labios para fuera y mirada aparentemente perdida, el entrenador italiano dirige con órdenes directas y claras a sus jugadores. No le verán los aficionados correr como un loco de un lado al otro (para alegría del cuarto árbitro), ni se echará al suelo cuando vea que le están haciendo una jugada magistral o entrará en éxtasis en caso de gol heroico en el 90. Como mucho, se abrazará a su hijo y ayudante Davide o lanzará los puños adelante.

Ancelotti es un entrenador calmado y que deja el protagonismo a sus jugadores pero de verdad. Mientras otros, a los que ha arrasado este año, han sucumbido a sus estrategias tranquilas, él se mantiene en sus trece: no tiene porque ser estridente o llevar la vitola de maestro de nada, aunque su palmarés bien lo merezca.

Fiesta en Cibeles y un ojo puesto en la vuelta contra el City

Ancelotti, la única víctima de la ‘Xavineta’

No deja de ser irónico que el gran triunfo, y casi el único, de Xavi Hernández desde que es entrenador del Barcelona fuera en el Clásico ante el Real Madrid. Ancelotti ese día falló estrepitosamente frente al culé, que supo desarmar al Real Madrid e incluso creyó, ilusamente, que podía darle la vuelta a la situación.

Craso error. Los métodos de motivación de Ancelotti no tiene nada que ver con el ‘ADN’, más allá de hacer creer a sus jugadores que con trabajo incondicional van a poder llegar a todo el mundo. Es incluso carne de ‘memes’: mientras Xavi cree que el toque es una puesta incondicional (algo que no le dio resultado ni contra el ‘todopoderoso’ Eintracht de Frankfurt), Ancelotti confía en el juego directo y en sus jugadores por encima de un estilo.

Por eso Benzema ha crecido hasta límites insospechados, Vinícius se ha convertido en un goleador y Modric está viviendo una cuarta juventud. El estilo de Ancelotti no es jugar así o ‘asá’: es que sus futbolistas lleven las riendas.

Cuando la grada no es suficiente: el ‘Cholismo’ hace aguas

Definir el ‘Cholismo’ es algo que mejor pueden hacer los atléticos, ya que pocas aficiones más celosas de la percepción de su propia idiosincrasia, pero básicamente cuenta con los valores de la agresividad, el esfuerzo y el corazón por encima de todo. «Nunca dejes de creer», el ‘leitmotiv’ del equipo, es posiblemente tan válido para el Real Madrid como para el Atlético, pero son los rojiblancos quienes se han arrojado ese manto encima.

Simeone ha contado este año con una plantilla muy completa, posiblemente de las mejores de Primera División, pero no ha sido suficiente.

Falta de gol, recursos y una temible falta de juego que ha hecho de cada partido de los rojiblancos sea difícil de degustar ha hecho que equipos como el Real Madrid, subidos a las espaldas de Benzema, hayan estado en condiciones de llevarse el título y dejar al Atlético fuera de las quinielas desde hace tiempo.

Ni mucho menos entraba en los planes de Simeone acabar tan lejos (serán más de 10 puntos) del Real Madrid y, además, con la obligación moral de hacerles pasillo en el derbi de la jornada inmediatamente posterior a la consecución del título.