El patrocinio deportivo y la mujer en el deporte: ¿qué fue antes, el huevo o la gallina?

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Desde hace unos años estamos asistiendo al exponencial incremento de la vinculación entre determinadas marcas comerciales y el sector del deporte mujer. Por…

El patrocinio deportivo y la mujer en el deporte: ¿qué fue antes, el huevo o la gallina?

Desde hace unos años estamos asistiendo al exponencial incremento de la vinculación entre determinadas marcas comerciales y el sector del deporte mujer. Por...

Desde hace unos años estamos asistiendo al exponencial incremento de la vinculación entre determinadas marcas comerciales y el sector del deporte mujer. Por ejemplo, el aterrizaje de un titán de la belleza como Charlotte Tilbury en la F1 Academy, es, sin duda, una grandísima noticia porque más allá de la consecución de los clásicos objetivos intrínsecos al patrocinio deportivo, habla de la buena salud de la que goza su industria relacionada. Pero claro, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina?

Todos sabemos que este tipo de asociaciones reportan numerosas ventajas a las partes que conforman dicho negocio jurídico. Por un lado, el patrocinador obtiene un aumento en la visibilidad de su marca y consigue generar una asociación de emociones en la mente de los consumidores, quienes, probablemente, lleguen a identificar a esa marca como uno de los artífices de la pasión que sólo el deporte (y la música) son capaces de desencadenar, extendiendo así ese sentimiento de lealtad tan característico del deporte, a la propia marca.

Mirando el otro lado, el del patrocinado, resulta innegable que la inversión externa y privada en el ecosistema deportivo de la mujer es imprescindible para el crecimiento del sector, entendido como industria, lo cual, lloverá favorablemente sobre la base, porque cuidar la base es la forma más inteligente de otorgar consistencia y fiabilidad al referido entorno profesional.

La comunión entre patrocinador y patrocinado permitirá la evolución del producto

Así, el patrocinio deportivo ha llegado a convertirse en una poderosa herramienta de marketing que, a través de una cuidada estrategia, logra una adecuada alineación de valores y objetivos. Y esta es la clave de todo, ya que, en mi opinión, merece la pena «compartir» el buen nombre y la mejor reputación que destila el deporte (ahora sin género), logrados, nunca mejor dicho, con el sudor y el trabajo de los deportistas, si con ello se contribuye a la consolidación de una industria segura y duradera donde los profesionales cuya actividad esté relacionada con el medio deportivo, puedan desarrollarse con garantías.

Así mismo, esta comunión entre patrocinador y patrocinado también permitirá la evolución del producto deportivo entendido como un perfeccionamiento del espectáculo que atienda las demandas de los consumidores (sí, de los consumidores de deporte), pues, no debemos olvidar, que cuando nos focalizamos en la parte alta de la pirámide, estaremos refiriéndonos a un negocio al que le son de plena aplicación las leyes de la oferta y la demanda.

En definitiva, y volviendo sobre la pregunta que formulaba al comienzo de este artículo, no importa si fue antes el huevo o la gallina, sino que ambos se encontraron en un punto en el que se ayudaron mutuamente.

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